La Caridad es una dimensión esencial, constitutiva de nuestra vida cristiana y eclesial, que compete a cada uno en particular y a toda la comunidad. El amor al prójimo enraizado en el Amor a Dios es tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial llamada a dar testimonio de la misericordia de Dios.
Es necesario que la comunidad cristiana sea el verdadero sujeto eclesial de la caridad y toda ella se sienta implicada en el servicio a los pobres; porque desde el ejercicio de la caridad, la Comunidad cristiana se hace sacramento del amor de Dios para los hombres en medio del mundo.
La Iglesia es caridad. Lo ha sido, lo es y lo debe seguir siendo siempre, si quiere ser la Iglesia de Cristo que dio su vida por todos. Ha de estar atenta a las necesidades materiales, psíquicas y espirituales no sólo de los miembros de la propia comunidad, sino del entorno (Arciprestazgo), de la Vicaría, de la sociedad en general y del mundo empobrecido, de cerca o de lejos.