Domingo III del Tiempo Ordinario ciclo C
Ambientación inicial
La liturgia de este domingo quiere tener como foco a la Palabra de Dios; queremos que ella nos recuerde y nos indique los caminos que Dios quiere darnos a conocer para que vivamos en plenitud nuestro caminar como comunidad cristiana. La invitación es clara, la Palabra nos invita a ser constructores del proyecto que Dios tiene sobre nosotros y sobre nuestro mundo. Bienvenidos.
Rito del perdón:
- Tú, Señor, eres la Palabra que nos empuja a la conversión, a crecer. Señor, ten piedad.
- Tú, Señor, eres la Palabra que siempre nos convoca a formar familia, a construir fraternidad. Cristo, ten piedad.
- Tú, Señor, eres la Palabra que nos impulsa a llevar la Buena Noticia a todos los rincones de nuestro mundo. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
El pueblo judío ha regresado del destierro en Babilonia a Jerusalén; el templo aún no ha sido reconstruido; la gran novedad es la Ley, la Torá, que regirá de ahora en adelante la vida del pueblo. San Pablo desarrolla una imagen de la Iglesia como un cuerpo vivo en el que todos somos necesarios, y donde no podemos despreciar a nadie. En el evangelio, Jesús se presenta a sí mismo como el que encarna la palabra de Isaías; Él es el Ungido enviado por Dios.
Lectura del libro de Nehemías
En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenías uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, mujeres y los que tenía uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la ley.
El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.
Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas:
«Amén, amén».
Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.
Entonces el gobernador Nehemnías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea:
«Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley).
Nehemías les dijo:
«Id, comed buenos manjares y bebed buen vino, e invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!».
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
El temor del Señor es puro
es eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y eternamente justos. R/.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
Hermanos:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
Ilustre Teófilo.
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vida; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él empezó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Oración de los fieles, respondemos: “Ilumínanos, Señor, con tu Palabra”
- Por la Iglesia, comunidad de creyentes en Jesús, para que dejemos que la Palabra del evangelio transforme nuestras vidas. Oremos.
- Oremos por todos los que tienen una tarea de servicio en la Iglesia, para que la desempeñen pensando siempre en los más débiles y necesitados. Oremos.
- Pedimos por nuestros hermanos que sufren marginación, aislamiento, tristeza y violencia. Oremos.
- Pedimos por quienes están necesitados de buenas noticias que den consuelo y orientación a sus vidas. Oremos.
- Oremos por los que trabajan por la justicia y la paz en el mundo, para que no desistan ante las dificultades. Oremos.
- Por nuestros hermanos enfermos, para que disfruten de amor y cuidado Oremos.
- Por nuestra comunidad, para que sea una verdadera comunidad de vida y amor para todos. Oremos.
Oración después de la comunión:
Tu Palabra, Señor, es buena noticia,
semilla fecunda, tesoro escondido,
manantial de agua fresca, luz en las tinieblas,
pregunta que cautiva, historia de vida,
compromiso sellado, y no letra muerta.
Alabado seas por tu Palabra.
Tu palabra, Señor, está en el Evangelio,
en nuestras entrañas, en el silencio,
en los pobres, en la historia,
en los hombres de bien, en cualquier esquina
y en tu Iglesia, también en la naturaleza.
Alabado seas por tu Palabra.
Tu Palabra, Señor, hace de nosotros
personas nuevas, sal y levadura,
comunidad de hermanos, Iglesia sin fronteras,
pueblo solidario con todos los derechos humanos
y zona liberada de tu Reino.
Alabado seas por tu Palabra.