Domingo XXIX del Tiempo Ordinario ciclo B

Ambientación inicial

            Dios nos reúne en su casa, acudimos a recibir la energía que ayuda a llevar el peso de cada día. Hoy, celebramos una nueva Jornada del Domund, en el que el Papa nos invita a estar en salida, ir a los cruces de los caminos a invitar a todos los que encontremos. La Eucaristía tiene esa finalidad: invitar, exhortar, proponer para vivir lo que hemos recibido de Jesús, el misionero del Padre para toda la humanidad. Bienvenidos.

Rito el perdón:
  • Tú, Padre bueno, que conoces las cosas que impulsan nuestras vidas. Señor, ten `piedad.
  • Tú, Jesús, que sabes cómo vivimos y cuánta esperanza necesitamos. Cristo, ten piedad.
  • Tú, Espíritu familiar de Dios, que contagias empatía y comprensión, Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra.

            En la primera lectura descubrimos que Jesús, el Enviado del Padre, es el Siervo de Yahvé, que conoce los sufrimientos de los hombres. En la carta a los Hebreos, se nos dice que Jesús, el Misionero del Padre, es el Sumo Sacerdote que se ofrece por el pueblo. El Evangelio nos ayuda a entender que entregar la vida es ganarla y guardarla para uno mismo es perderla.

Lectura del libro de Isaías

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.

R.   Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos:
Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo, mantengamos firme la confesión de fe.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.

Aleluya.

El Hijo del hombre ha venido a servir
Y dar su vida en rescate por muchos.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
«Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir».
Les preguntó:
«¿Qué queréis que haga por vosotros?».
Contestaron:
«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».
Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís, ¿ podéis beber el cáliz que yo he de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?».
Contestaron:
«Podemos».
Jesús les dijo:
«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo:
«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

 Oración de los fieles:
  • Por la Iglesia, misionera como Cristo, para que, creando espacios de diálogo, caminando juntos, se ofrezca a los hombres y mujeres de nuestro mundo como servidora de la paz que nos trae el Resucitado. Roguemos al Señor.
  • Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y responsables de la pastoral de la Iglesia universal, para que, a ejemplo del Señor, estén dispuestos a ser servidores y estar cerca de los sufrimientos de nuestra gente. Roguemos al Señor.
  • Por los políticos y responsables de la sociedad, para que, lejos de crear problemas, se pongan a la tarea de resolverlos, priorizando a los más pobres. Roguemos al Señor.
  • Por los misioneros, para que, como María, la primera misionera de la Iglesia, no dilatemos las urgencias que tienen los necesitados y acudamos a la llamada de Jesús. Roguemos al Señor.
  • Por quienes no conocen a Jesús, para que renovemos la tarea misionera y, como Iglesia del Señor, vayamos e invitemos a todos a este banquete, a este regalo que Dios hace a cada persona. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión

Señor, me llamas por mi nombre,
me convocas a tu comunidad
y me invitas a anunciar,
para todos mis hermanos y hermanas
la palabra de vida que siembras,
día a día en mis entrañas.

Que tu Espíritu me acompañe
para que mis labios y mi corazón
te anuncien, con alegría y ternura,
como la buena noticia de la liberación
en este mundo que anhela y busca.

Que con mis palabras y testimonio
salga al encuentro
de los que buscan una vida más digna,
de todos los que ansían y necesitan cercanía,
salud y trabajo, justicia y paz,
diálogo y fraternidad, vida…

Gracias, Señor, por tu elección y llamada
para anunciarte, hoy, a todos los que Tú amas.

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario ciclo B

Ambientación inicial:

 Un domingo más, nuestra comunidad se reúne a encontrarse con Cristo resucitado en la proclamación de la Palabra y en la fracción del Pan. En este encuentro Jesús nos llama a seguirlo como la joven del evangelio, pero esta llamada exige de nosotros la renuncia a todo aquello que se interponga entre Jesús y nosotros; a todo aquello que impida ver la verdadera luz que da sentido a nuestras vidas.

Rito del perdón:
  • Por las veces que no somos oyentes atentos de la Palabra. Señor, ten piedad.
  • Por las veces que oímos la palabra y no la hacemos vida. Cristo, ten piedad.
  • Porque no nos atrevemos a renunciar a todo aquello que nos impide el seguimiento de Jesús. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra

La palabra de Dios nos recuerda este domingo que la sabiduría y el seguimiento de Jesús son los valores que superan todos los demás y nos proporcionan la clave para el discernir y relativizar los otros valores humanos y materiales.

Lectura del libro de la Sabiduría

Supliqué y me fue dada la prudencia,
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría .
La preferí a cetros y tronos
y a su lado en nada tuve la riqueza.
No la equiparé a la piedra más preciosa
porque todo el oro ante ella es un poco de arena
y unto a ella la plata es como el barro.
La quise más que a la salud y la belleza
y la preferí a la misma luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
tiene en sus manos riquezas incontables.

R/. Sácianos de tu misericordia, Señor,
y estaremos alegres.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana, sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas. R/.

Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos:
La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».
Pedro se puso a decirle:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo:
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecusiones— y en la edad futura, vida eterna».

Oración de los fieles:
  • Por la Iglesia, de la que todos somos responsables, para que anuncie con valentía el Evangelio sin doblegarse ante los poderes de esta sociedad. Roguemos al Señor.
  • Por quienes controlan las riquezas y recursos de la tierra, para que abran su corazón a las necesidades de todos. Roguemos al Señor.
  • Por todos los grupos de la parroquia, especialmente por los grupos de niños y jóvenes, para respondan con alegría a la propuesta apasionante que Jesús les hace. Roguemos al Señor.
  • Te pedimos que nos concedas a todos el espíritu de sabiduría que nos oriente en el camino de la vida que vamos recorriendo. Roguemos al Señor.
  • Hay personas necesitadas de solidaridad, débiles, cansadas, enfermas, hundidas por la violencia o la miseria, por todas ellas. Roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que nos ayudes a ser más coherentes en nuestra vida cristiana. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión

Hemos escuchado, Señor, la voz de tu Hijo.
Que nos invitaba a dejarlo todo para seguirle,
y le hemos dicho que sí.
Hemos dejado todo; pero las cosas vuelven y se nos pegan.
Hemos escuchado la voz de tu Hijo
y le hemos dicho que sí.
Ya que no queremos vivir para nosotros,
sino para que venga tu Reino.
Queremos vivir, Señor, como los amantes,
porque es tu amor el que nos hace atentos;
él nos lleva, como a ti, a escuchar el clamor del oprimido,
él nos lleva a servirte en el pueblo creyente y pobre,
él nos lleva a obedecer estos signos de los tiempos.
Queremos vivir en obediencia a tu voz, que nos dice “ven”
y que, cuando nos has convertido, nos dice “ve a mi pueblo”.