Domingo III de Pascua ciclo B-2024
Ambientación inicial:
Bienvenidos hermanos a la celebración de este tercer domingo de Pascua. A lo largo de este tiempo pascual vamos adentrándonos y profundizando en el encuentro con Jesús resucitado, que siempre nos pone en movimiento y nos envía a la misión. Al igual que entonces, Jesús hoy nos envía a la misión diciéndonos: «Vosotros sois mis testigos». Que nada pueda más que su Vida que nos lanza hacia adelante.
Rito del perdón:
- Por tantas veces que surgen dudas en nuestro corazón. Señor, ten piedad.
- Por los miedos que son atenazan y nos impiden reconocer al Señor. Cristo, ten piedad.
- Por nuestros desánimos y abandonos que nos impiden ser testigos de la Pascua. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
La primera lectura nos presenta a Pedro, después de haber curado al paralítico en nombre de Jesús, exhortando a la conversión, por el crimen cometido con Jesús de Nazaret. Pascua y conversión, Resurrección y perdón van unidos y resuenan en la liturgia de hoy. Para confesar a Jesús resucitado no basta con tocar y palpar sus llagas; es preciso comprender las Escrituras y abrirse a la conversión del corazón.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (3, 13-15.17-19)
En aquellos días, Pedro dijo al pueblo:
«El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo».
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.
Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.
Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque. R/.
Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?». R/.
En paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.
Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
Él es la víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras;
haz que arda nuestro corazón mientras nos habla. R/.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (24, 35 – 48)
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos y al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Oración de los fieles, respondemos: «Danos un corazón semejante al tuyo»
- Te pedimos, Señor, que no caigamos en la indiferencia que humilla; en la rutina, que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad. Oremos.
- Te pedimos que abras nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad. Oremos.
- Pedimos por la paz en el mundo, para que la paz que es el primer don de la Pascua, llegue a todos los países del mundo. Oremos.
- Por todas las personas que sufren de cualquier modo, por los que están bajo el azote del hambre y de la pobreza extrema. Oremos. Por nuestra comunidad, para que sepamos reconocer a Cristo resucitado en la proclamación de su Palabra, en la fracción del Pan y en el rostro de los hermanos. Oremos.
- Por todos nuestros difuntos, que han participado ya de la muerte de Jesús, para que participen plenamente de la Resurrección. Oremos.
Oración después de la comunión
Vivir pascualmente
es vivir cada momento intensamente,
como si fuese el último,
y dar cada paso con sorpresa y gozo,
como si fuese el primero.
Es compartir lo que tenemos,
con generosidad y gozo,
con los hermanos necesitados,
aunque no los conozcamos
y solo sea un trozo de pez asado.
Es desprendernos del sufrimiento y miedo
que atenazan y cierran
nuestra mente, corazón y entrañas,
y abrir todas las ventanas
a tu brisa resucitada
Es no perder la capacidad de asombro,
abrir nuestro entendimiento,
aprender día a día en cada encuentro,
alegrarse por todo lo bueno
y ser testigos de los vivido. Es ver en cada paso humano
tu paso divino tan pascual y cercano
tan rompedor y solidario,
tan al lado de nuestros pies cansados