TERCER DOMINGO DE CUARESMA CICLO C

Ambientación inicial:

Somos un pueblo que camina, en medio de un mundo marcado por el sufrimiento, el dolor y la fragilidad. Como Iglesia estamos llamados a testimoniar el amor de Dios, que es la raíz de toda esperanza.
En la Iglesia siempre en camino necesitamos servidores, dispuestos a lavar los pies, a hacer presente a Cristo siervo y pastor. Pediremos por los seminaristas, para que sean generosos en su respuesta, y por nuestras comunidades para que surjan nuevas vocaciones al sacerdocio.

Rito del perdón:

  • Tú, Padre bueno, acogedor y paciente, que nos aceptas y nos animas. Señor, ten piedad.
  • Tú, Jesús, humano como nosotros y divino como el Padre, que te acercaste a quien te buscaba. Cristo, ten piedad.
  • Tú, Aire de Dios, renovador de la vida y aliento de alegría que transmites el perdón. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

En forma de narración nos presentan las lecturas lo que es un proceso religioso de las personas en su relación con Dios. Vamos creciendo y madurando, Vamos cambiando y renovando. Vamos superando crisis, dudas e interrogantes. Dios siempre nos acompaña en el proceso de entender algo de Él. Al final, Jesús, es la Palabra más humana y más divina que podemos escuchar sobre Dios. Palabra que nos invita a vivir con esperanza, en libertad y haciendo presente la ternura de Dios.

Lectura del libro del Éxodo. Ex, 3, 1 – 8ª. 13 – 15

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Medián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llamada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo:
«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza».
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
«Moisés, Moisés».
Respondió él:
«Aquí estoy».
Dijo Dios:
«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».
Y añadió:
«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo:
«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a liberarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel».
Moisés replicó a Dios:
«Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés:
«” Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros».
Dios añadió:
«Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación”».

El Señor es compasivo y misericordioso Sal. 102, 1b – 2. – 4. 6 – 8. 11

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y ternura.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
Como se levanta el Cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1Cor 10, 1 – 6. 10 – 12

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.
Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.

Convertíos —dice el Señor—,
porque está cerca el reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 13, 1 – 9

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, pero no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía esta año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

Oración de los fieles:

  • Por la Iglesia, para que proclame constantemente con palabras y hechos que la misericordia de Dios es más grande que todo lo que nosotros podamos pensar y desear. Roguemos al Señor.
  • Por nuestro mundo dividido por el odio, las guerras y otros factores que separan a unos hombres de otros, para que sea posible la paz. Roguemos al Señor.
  • Por los gobernantes y todos los que desempeñan una responsabilidad, para que no caigan en la tentación de ejercer el poder como dominio. Roguemos al Señor.
  • Por todos los que se sienten oprimidos y esclavos de situaciones que les superan, para que descubran en los cristianos, hombres y mujeres dispuestos a levantar dignidades, a seguir apostando por causas aparentemente perdidas. Roguemos al Señor.
  • Por los seminaristas, para que su formación responda a las necesidades de la sociedad actual. Roguemos al Señor.
  • Por los sacerdotes, para que se sientan cuidados y acompañados por todo el pueblo de Dios al que sirven, estimulando así su fidelidad a la vocación recibida. Roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que no caigamos en la tentación de creernos mejores que los demás, sino que proclamemos con nuestra vida que hemos puesto nuestra confianza en Aquel que no se cansa de esperar lo mejor de cada ser humano. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia
donde quiera que vaya;
inúndame con tu espíritu y tu vida,
penetra todo mi ser y toma de él posesión
de tal manera que mi vida
sea en adelante una irradiación de la tuya.
Que las personas que tengan contacto conmigo
puedan sentir en mi tu presencia;
y que al mirarme olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo.
Así podré convertirme en luz para otros,
esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti;
ni uno solo de sus rayos será mío.
Te serviré apenas de instrumento
para que Tú ilumines sus vidas a través de mí.