Bautismo del Señor

Ambientación inicial:

La fiesta del bautismo del Señor señala el final del tiempo de Navidad. Reconocer a Jesús como el Hijo amado evoca nuestra condición de hijos y nos emplaza a vivir bajo el impulso del mismo Espíritu. Celebremos juntos, como comunidad, y demos gracias a Dios por el don de nuestra vocación bautismal.

Rito del perdón, renuncias bautismales:

  • ¿Renunciáis a formar una comunidad triste y abatida?
    Sí, renuncio.
  • ¿Renunciáis a los nuevos dioses del consumo, el aparentar o el dinero, que nos alejan del verdadero Dios? 
    renuncio.
  • ¿Renunciáis a la violencia, a creeros superiores a los demás, a la marginación y al desprecio de grupos sociales?
    Sí, renuncio.
  • ¿Renunciáis a la desesperanza, al desánimo, a la tristeza, pero también a la resignación y a la pasividad ante nuestra realidad?
    Sí, renuncio.
    Sacerdote: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleva a la vida eterna.

(Se asperja al pueblo)

Ambientación a la Palabra:

La bondad de Dios y su amor al hombre se nos han revelado en Jesucristo. Entregado por nosotros y por nuestra salvación hemos sido justificados por su gracia y, purificados por el bautismo, destinados en esperanza a la herencia eterna. La voz del cielo desvela la verdad más profunda sobre su persona: Él, el Hijo amado, es en quien se cumple el plan de salvación trazado desde antiguo.

Lectura del libro de Isaías.

ESTO dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, en quien me complazco.
He puesto mi espíritu sobre él,
manifestará la justicia a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
la mecha vacilante no la apagará.
Manifestará la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará,
hasta implantar la justicia en el país.
En su ley esperan las islas.
Yo, el Señor,
te he llamado en mi justicia,
te cogí de la mano, te formé
e hice de ti alianza de un pueblo
y luz de las naciones,
para que abras los ojos a los ciegos,
saques a los cautivos de la cárcel,
de la prisión a los que habitan en tinieblas.

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R/.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo, un grito unánime: «¡Gloria!».
El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio,
el Señor se sienta como rey eterno. R/.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo  con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Credo dialogado

  • ¿Creéis en Dios, a quien podemos llamar, confiadamente, Padre?
    Sí, creo
  • ¿Creéis en Jesús, el hijo amado del Padre, que nos habló palabras de vida, padeció y murió, pero Dios lo resucitó y está ya siempre con nosotros?
    Sí, creo
  • ¿Creéis en el Espíritu de Amor, que procede del Padre y del Hijo, y que conduce a la Iglesia y a todos hasta la verdad plena?
    Sí, creo.
  • ¿Creéis en el perdón, en la fuerza liberadora del amor, en la misericordia como estilo de vida?
    Sí, creo.
  • ¿Creéis en una nueva creación en la que habite la justicia, donde Dios sea todo en todos, y los hombres hermanos?
    Sí, creo.
    Sacerdote: Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia en la que fuimos bautizados.

Oración de los fieles., respondemos: “ENSÉÑANOS A ESCUCHARTE, SEÑOR”

  • Para que como Iglesia vivamos con alegría este momento de reconciliación y reencuentro que nos ofrece la celebración del jubileo. Oremos.
  • Por los que viven condiciones de penuria, presos, enfermos, pobres, refugiados, migrantes y ancianos. Oremos.
  • Para que como humanidad no desfallezcamos en la lucha contra la injusticia, en la construcción de la paz, ni en la erradicación de la pobreza. Oremos.
  • Por nosotros renacidos del agua y del Espíritu Santo, para que vivamos siempre con la dignidad y libertad de los hijos de Dios. Oremos.
  • Por los jóvenes de nuestra parroquia, que el próximo sábado recibirán el sacramento de la confirmación, para que sean fieles al compromiso de seguir a Jesús en su día a día y sepan dar testimonio de su fe en la sociedad de la indiferencia y el escepticismo. Oremos.
  • Por todos los cristianos, para que cada uno con nuestro propio carisma y ministerio seamos corresponsables en la misión de testimoniar la presencia de Dios en el mundo. Oremos.

Oración después de la comunión:

Renovando la gracia del Bautismo,
queremos renovar también nuestro compromiso.
Contamos contigo, Padre, ven en nuestra ayuda.
Esto es lo que te pedimos:
Fortalece nuestra fe para que siempre vivamos unidos a Ti.
Sostén nuestra esperanza, para que nunca dudemos de Ti.
Acrecienta nuestra caridad,
para que tu amor sea también y para siempre amor al prójimo.
Que nuestra condición de hijos no sea una rutina,
ni una costumbre el amor a los hermanos.
Que cada día, cada instante,
recordemos con gozo que somos tus hijos
y saltemos de alegría de tenerte y quererte como Padre.