Segundo Domingo de Navidad
Ambientación inicial
La Palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria. Sí, somos testigos de que en Belén ha nacido un niño que, envuelto en pañales, es el Hijo de Dios encarnado. Esa es la gloria de Dios, su amor desbordado por nosotros. Él es la Luz que ilumina el mundo. En Él somos hijos, coherederos, hermanos y hermanas. En Él somos llamados a elegir una vida santa. En Él hemos sido salvados y, por eso, sabemos que su amor es infinito hacia toda la humanidad.
Rito del perdón
- Tú, Padre de todos, generoso en tu promesa, que nos aceptas tal y como nos ves. Señor, ten piedad.
- Tú, Jesús de Nazaret, nacido en nuestra pobreza, solidario con nosotros y portador de un perdón incondicional. Cristo, ten piedad.
- Tú, Espíritu Familiar, generador de un ambiente confiado, promotor de relaciones realmente humanas. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
La gran sabiduría no es saber muchas cosas. Tampoco es conocer la complejidad del mundo. La gran sabiduría es saber vivir construyendo vida humana y convivencia en paz. Dios nos llama hijos y santos porque su relación con nosotros no es por ser buenos, sino por ser hijos.
Lectura del libro del Eclesiástico.
LA sabiduría hace su propia alabanza,
encuentra su honor en Dios
y se gloría en medio de su pueblo.
En la asamblea del Altísimo abre su boca
y se gloría ante el Poderoso.
«El Creador del universo me dio una orden,
el que me había creado estableció mi morada
y me dijo: «Pon tu tienda en Jacob,
y fija tu heredad en Israel».
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y nunca jamás dejaré de existir.
Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él,
y así me establecí en Sion.
En la ciudad amada encontré descanso,
y en Jerusalén reside mi poder.
Arraigué en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad».
R/. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios
Bendito sea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.
Comienzo del santo Evangelio según san Juan.
EN el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:
este venía como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Oración de los fieles, respondemos: “SEÑOR, SÉ NUESTRA LUZ”
- Para que los cristianos seamos parte activa de la historia y tratemos de hacer una convivencia realmente humana y solidaria. Oremos.
- Para que nuestras palabras no sean causa de división, sino creadoras de diálogo, cercanía y paz. Oremos.
- Por los profesionales de la Palabra, para que sus mensajes creen fraternidad y generen esperanza, Oremos.
- Para que los niños y los jóvenes superen el consumismo en que son educados y les ayudemos a ser sensibles con quienes sufren. Oremos.
- Para que los pobres nos vean como compañeros y siempre colaboradores en su esfuerzo por conseguir lo necesario para la vida. Oremos.
- Para que el esfuerzo por la paz no lo confundamos con nuestra tranquilidad y trabajemos por unas relaciones más humanas. Oremos.
Oración después de la comunión:
Nuestras palabras, Señor, están contaminadas.
Nos las han dicho otros y eran palabras necias.
Las hemos repetido muchas veces.
…palabras de promesas incumplidas…
…palabras de propaganda y de publicidad.
Sin tu Palabra estamos divididos,
somos clientes de otros amos
y estamos cansados de palabras.
Necesitamos que nos digas,
Señor, una vez más, tu Palabra que es vida.
Tu Palabra es la Luz. Y Tú nos la regalas.
Tu Palabra es Jesús.
Tú sólo tienes palabras de Vida Eterna.
Porque tu Palabra no está arriba, en “los cielos”,
sino abajo, “donde están
tus “abajos” de la historia y de la vida.
La gloria del hombre está en el sótano
y el “infierno” está en el ático.
Dinos, Señor, una vez más, tu Palabra.
Es Navidad.
Y ha nacido de nuevo la Palabra.