Fiesta de la Presentación del Señor
Ambientación inicial:
Estar atentos como Simeón y Ana a la presencia de Dios en la debilidad y la vulnerabilidad es lo que nos tiene que reunir en este día al celebrar la eucaristía. Ojos abiertos, oídos atentos y corazón consagrado al Dios de lo cotidiano, que quiere hacerse presente en nuestras vidas.
Hoy, Jornada Mundial de la Vida Consagradas, agradecemos el don de los hombre y mujeres que han consagrado su vida al Evangelio para ser en medio de nuestro mundo, reflejo de la Luz verdadera que es Cristo, nuestro Señor.
Rito del perdón:
- Porque nos cuesta escuchar tu Palabra. Señor, ten piedad.
- Porque, muchas veces, no nos escuchamos entre nosotros. Cristo, ten piedad.
- Por las veces que no sabemos responder a lo que nos pides. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
La ley regula, purifica y ha de favorecer la comunión con los otros y con Dios. Las normas han de estar para sanar, salvar, liberar. Jesús no ha venido a abolir la ley, sino a darle pleno cumplimiento. Con él comienza una nueva ley, la que salva sin límites y definitivamente. Los que creen en Él buscan y construyen la nueva ley del Reino en medio del mundo.
Lectura de la profecía de Malaquías.
Esto dice el Señor Dios.
«Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.
¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño».
R/. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R/.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso,
el Señor valeroso en la batalla. R/.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R/.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos
Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él
Oración de los fieles:
- Por la Iglesia, testigo de luz y esperanza de Cristo en medio del mundo, para que ilumine los pasos de los que lo buscan sinceramente. Roguemos al Señor.
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que su gestión dé frutos de justicia y de paz. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos y todos los que sufren, para que confíen en Jesús, que ha pasado la prueba del dolor y carga con nuestras penas y dolores. Roguemos al Señor.
- Por los jóvenes, para que respondan generosamente a la llamada de Cristo, acogiendo en su corazón el mensaje evangélico, y se pregunten qué quiere Dios de ellos. Roguemos al Señor.
- Por todos y todas las personas consagradas a la vida religiosa, para que del encuentro con Cristo reciban las fuerzas necesarias que les lleve a ser voz profética y esperanza humilde en medio del mundo. Roguemos al Señor.
- Por esta comunidad, reunida hoy en la casa del Padre, para que la Palabra escuchada nos lleve a convertirnos en mensajeros de Dios. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión:
Señor,
no dejes que anide en nosotros la indiferencia.
Empújanos a gritar contra la injusticia,
enséñanos a acompañar a los desesperados,
quítanos la pereza y el miedo
a dar la cara por los indefensos.
Danos sensibilidad para ponernos
en la piel de los incomprendidos.
Que no nos desentendamos nunca
ni de los de cerca ni de los de lejos.
Queremos estar siempre de parte de la vida,
de parte del hombre,
de parte de todo lo que Tú amas.