IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 2022

Ambientación inicial:

Celebrar la Eucaristía dominical es un respiro para escuchar las palabras sencillas y directas de Jesús. Traen verdad a nuestras vidas. Nos enseñan a vivir con sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza. Es una suerte hacer el recorrido de la vida guiados cada domingo por la luz del Evangelio.
Bienvenidos a escuchar y celebrar la Buena Noticia que un domingo más nos regala el Señor.

Rito del perdón.
  • Por las veces que callamos cuando deberíamos dar razón de nuestra fe. Señor, ten piedad.
  • Porque nos conformamos con hablar de lo de siempre y no de la Buena Noticia del Evangelio. Cristo, ten piedad.
  • Porque nos olvidados de que hemos sido elegidos por Dios para colaborar en la construcción de un mundo nuevo. Señor, ten piedad
Ambientación a la palabra:

La palabra de Dios nos dice que somos elegidos de Dios desde siempre, desde el seno materno, para una tarea grande y digna: anunciar el amor de Dios y hacerlo realidad entre las personas. Nos encontraremos con dificultades e incomprensiones en nuestra tarea, pero no estamos solos, contamos con la promesa de Dios: “Yo estoy contigo”. Acojamos la palabra de vida, hagámosla nuestra, desde el amor a Dios y al prójimo, y proclamémosla.

Lectura del libro de Jeremías      1, 4 – 5. 17 – 19

En los días de Josías, el Señor me dirigió la palabra:
«Antes de formarte en el vientre, te elegí;
antes de que salieras del seno materno,
te consagré: te constituí profeta de las naciones.
Tú cíñete los lomos:
prepárate para decirles todo lo que yo te mande.
No les tengas miedo,
o seré yo quien te intimide.
Desde ahora te convierto en plaza fuerte,
en columna de hierro y muralla de bronce,
frente a todo el país:
frente a los reyes y príncipes de Judá,
frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra.
Lucharán contra ti, pero no te podrán
porque yo estoy contigo para librarte
—oráculo del Señor—».

Mi boca contará tu salvación, Señor Salmo  70, 1 – 4a. 5 – 6ab. 15ab y 17

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame.

Sé tú mi roa de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías.

Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación,
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.         1Cor 12, 31 – 13, 13

Hermanos:
Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o címbalo que aturde.
Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.
Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, sentía como niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.
Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.      4, 21 – 30

En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en las sinagogas:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos de profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Oración de los fieles:
  • Por todos los que tienen encomendado el anuncio de la Palabra de Dios, para que sean fieles y no se arredren ante las dificultades. Roguemos al Señor.
  • Pidamos por la iglesia, para que sea buena noticia para los pobres, y perdón y misericordia para los caídos. Roguemos al Señor.
  • Pidamos por los gobernantes, para que promuevan la solidaridad entre los ciudadanos, regiones y pueblos. Roguemos al Señor.
  • Por todos los que rechazan la Palabra de Dios, para que el espíritu toque su corazón y se abran a su buena noticia. Roguemos al Señor.
  • Pidamos a Dios que suscite profetas que sepan denunciar con libertad las equivocaciones e injusticias colectivas. Roguemos al Señor.
  • Por quienes celebramos la Eucaristía, para que alejemos de nosotros todo espíritu de condena y sepamos iluminar a los hombres de hoy con la luz del evangelio. Roguemos al Señor.
Después de la comunión:

Gracias, Señor,
por aquellos que, en tu nombre,
siembran la esperanza en nuestro corazón.

Gracias, también,
por aquellos que se comprometen valientemente
y suscitan en nosotros preguntas e inquietudes
y ganas de hacer lo mismo que ellos.

Danos, Señor,
motivos para esperar,
entereza para mantener nuestra Fe,
ilusión para soñar y hacer posible un mundo nuevo,
humildad para valorar los pequeños signos de tu Reino
y un amor que comprenda y acepte a los demás.

Danos también nuevos profetas
que nos ayuden a salir de nuestra instalación fácil
y nos animen a comprometernos con la causa de los pobres.