III Domingo de Cuaresma
Ambientación inicial:
Bienvenidos a la celebración del tercer domingo de Cuaresma. Llegamos al ecuador de este tiempo de transformación que nos lleva a dar frutos de vida nueva. En esta celebración va a resonar con fuerza la necesidad de dar frutos y de la paciencia de Dios Padre, que espera que cada uno de nosotros rinda frutos abundantes.
Que esta eucaristía sea una llamada de verdad al cambio, que nos ayude a dar frutos de amor y de misericordia, para que abramos caminos de esperanza.
Rito del Perdón:
- Por nuestra falta de esperanza y creer que venimos a esta vida a sufrir. Señor, ten piedad.
- Por las veces que nos cuesta encontrar a Dios en las situaciones complicadas. Cristo, ten piedad.
- Por pensar que Dios se ha olvidado de nosotros y estamos solos en medio de los problemas de la vida. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
La liturgia de la Palabra nos ofrece hoy lo que sucede siempre que queremos relacionarnos con Dios para que nos remedie nuestros males. Dios elige a Moisés para que diga al pueblo de los hebreos que han sido elegidos por Dios, pero cuando esa elección se vive como un derecho y no como un don, viene el fanatismo religioso que aparece en la parábola del Evangelio.
Lectura del libro del Éxodo
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo:
«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza».
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
«Moisés, Moisés».
Respondió él:
«Aquí estoy».
Dios dijo:
«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».
Y añadió:
«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo:
«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a liberarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel».
Moisés replicó a Dios:
«Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés:
«“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros».
Dios añadió:
«Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación”».
R/ El Señor es compasivo y misericordioso
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y ternura. R/.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
Como se levanta el Cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen. R/.
Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.
Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.
Convertíos —dice el Señor—,
porque está cerca el reino de los cielos.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, pero no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
Oración de los fieles, respondemos: «Ayúdanos a dar frutos, Señor«
- Para dar fruto necesitamos ayunar de egoísmo; que nuestra Iglesia sea hogar de generosidad y ternura. Oremos.
- Para dar fruto necesitamos ayunar de palabras hirientes; que aprendamos a escuchar para entender el dolor de los demás y transmitamos palabras bondadosas. Oremos.
- Para dar fruto necesitamos ayunar de pesimismos; que, como comunidad, abramos siempre caminos a la esperanza. Oremos.
- Para dar fruto necesitamos llenarnos de silencio y de calma; que encontremos en la oración ese espacio necesario para saber hacer revisión de vida. Oremos.
- Para dar fruto necesitamos sentirnos comunidad; que seamos gente de brazos abiertos, de respeto y empatía. Oremos.
Oración después de la comunión:
No es la primera vez que vienes
y que la higuera muestra sus hojas arrogante
-verdes, grandes, ásperas, sin fruto-,
engañándote.
Sabes que ocupa terreno fértil,
que sudaste y te deslomaste cuidándola
para que diera los higos mejores,
inútilmente.
Y, aunque tienes ganas de cortarla,
pero tu corazón de hortelano se resiste.
Le cavarás la tierra,
le echarás abono nuevamente…
Hablo robándote las palabras
que me dijiste al encontrarme
e invitarme a tu causa
y Buena Nueva urgentemente
Déjala un poco más.
Déjanos un poco más.
Déjame un poco más, Señor,
y cuídame