III Domingo de Adviento

Ambientación inicial

Estamos en el tercer domingo de Adviento conocido como Gaudete, que significa “regocijaos”. En él se nos invita a llenar nuestros corazones de gozo y esperanza. La alegría que experimentamos nos impulsa a seguir caminando con fe y amor, sabiendo que Dios está con nosotros y que su salvación está cerca. Que esta celebración nos motive a compartir esa alegría con quienes nos rodean y a renovar nuestro compromiso de vivir según la Palabra del Señor.

Encendido de la tercera vela:

Encendiendo esta tercera vela de color rojo, que refleja el amor incondicional que Dios tiene a la humanidad, queremos simbolizar nuestra entrega al Señor, a su vida y a su proyecto. Queremos tener presentes a tantos hermanos nuestros que en sus vidas están a oscuras. Que esta vela encendida aporte esperanza y amor a todos.

Rito del perdón:
  • Tú, que nos dices sed fuertes, no temáis. Señor, ten piedad.
  • Tú, que nos invitas a ser pacientes. Cristo, ten piedad.
  • Tú, que nos muestras la fuerza de la fe en medio de las dudas. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

La primera lectura de Isaías es un canto a la alegría, al gozo desbordante ate la proximidad del Nuevo Éxodo. El apóstol Santiago en su carta, nos habla de la necesidad de revestirnos de paciencia en la espera de la segunda venida del Señor. En el Evangelio de hoy, Juan Bautista, prisionero en la cárcel, envía a algunos de sus discípulos a preguntar a Jesús, si es el Mesías o no.

Lectura del libro de Isaías.

EL desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrará la estepa y florecerá,
germinará y florecerá como flor de narciso,
festejará con gozo y cantos de júbilo.
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor,
la majestad de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles,
afianzad las rodillas vacilantes;
decid a los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo.
Retornan los rescatados del Señor.
Llegarán a Sion con cantos de júbilo:
alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría.
Quedan atrás la pena y la aflicción.

R/. Ven, Señor, a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sion, de edad en edad. R/.

Lectura de la carta del apóstol Santiago.

HERMANOS, esperad con paciencia hasta la venida del Señor. Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía.
Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.
Hermanos, no os quejéis los unos de los otros, para que no seáis condenados; mirad: el juez está ya a las puertas.
Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió:
«ld a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven y los cojos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen;
los muertos resucitan
y los pobres son evangelizados.
¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito:
«Yo envío a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino ante ti». En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».

Oración de los fieles, respondemos: “VEN EN NUESTRA AYUDA, SEÑOR”
  • Por la Iglesia, por cada uno de sus miembros, para que descubramos los signos de tu presencia en nuestro mundo, y los acojamos y fomentemos para bien de todos, especialmente de quienes más sufren. Oremos.
  • Te pedimos Señor, por todos los que viven a la espera de una respuesta a sus necesidades: los que esperan algún alimento que llevarse a la boca, los que esperan alivio en su enfermedad, los que esperan y aspiran a un trabajo digno, los que esperan una palabra de cariño en su soledad. Oremos.
  • Por los gobernantes, para que busquen caminos de justicia y bien común, comprometidos en la acogida digna de quienes se ven obligados a migrar. Oremos.
  • Te pedimos por la paz, que los que tienen en sus manos el fin de las guerras, se conviertan y construyan puentes de paz, diálogo y reconstrucción. Oremos.
  • Por todos nosotros, para que nos dejemos inundar el corazón de la alegría de tu Presencia. Oremos.
Oración después de la comunión:

Dame, Señor, el don de la alegría,
que canta sin reservas,
la belleza del mundo,
la grandeza del hombre,
la bondad de Dios,
Dame, Señor, el don de la alegría,
que me haga siempre joven,
aunque los años pasen;
la alegría que llena de luz el corazón.
Dame, Señor, don de la alegría,
que colma de sonrisas,
de abrazos y de besos,
el encuentro de amigos, la vida y el amor.
Dame, Señor, el don de la alegría,
que me una contigo,
el Dios siempre presente,
en quien todo converge y en quien todo se inspira.
Dame, Señor, el don de la alegría,
que alienta el corazón
y nos muestra un futuro
lleno de bendiciones, a pesar del dolor.