II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 2022
Ambientación inicial:
Durante unos domingos, hasta que comience el tiempo de Cuaresma, recordaremos los primeros pasos de Jesús de Nazaret: sus hechos y palabras, que deben guiar y fecundar nuestra vida.
Convocados por Jesús para escuchar su Palabra y sentarnos a su mesa, en esta asamblea expresamos nuestra comunión eclesial y damos gracias a Dios porque Él es el motivo de nuestra alegría y esperanza. El Señor Jesús cuenta con nosotros para hacer presente la Buena Noticia del Evangelio. Bienvenidos.
Rito penitencial:
- Hijo de Dios, luz para todos nosotros. Señor, ten piedad.
- Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. Cristo, ten piedad.
- Jesús de Nazaret, que nos iluminas con tu Espíritu. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
En la primera lectura, el profeta Isaías profetiza la realización de un matrimonio, la alianza de amor de Dios hacia Jerusalén y los israelitas. San Pablo, en la segunda lectura, nos habla de los carismas, de los dones que tiene cada uno, porque el Espíritu se los ha dado, para el bien de toda la comunidad. En el Evangelio se nos presenta el milagro de las bodas de Caná; María atenta a lo que pasa se lo expone a su Hijo e invita a los criados a hacer lo que él les diga.
Oración de los fieles:
- Por la Iglesia, para que movida por el Espíritu Santo continúe la construcción del Reino de Dios y trabaje por la re-creación del mundo en que vivimos. Oremos.
- Por los políticos y los organismos internacionales, para que adopten todas las medidas necesarias para proteger a los migrantes y afronten de raíz los problemas que provocan la migración. Oremos
- Para que la Eucaristía sea un gozoso banquete de bodas para loa cristianos. Oremos.
- Por todos los fieles y comunidades cristianas extendidas por el mundo, para que sean luz para nuestro tiempo, trabajando por la justicia y la fraternidad. Oremos.
- Por los novios y por los esposos, por todas las familias, especialmente por las que tienen más dificultades. Oremos.
- Por todos nosotros aquí reunidos, para que nuestros ojos estén atentos y nuestros corazones abiertos a dar respuesta apropiada a las necesidades de nuestros hermanos. Oremos.
Después de la comunión:
Dios no es un agua-fiestas. Todo lo contrario.
Dios convierte el agua en vino.
Dios es alegría.
Que no se pierda un brote de alegría,
que siempre en nuestras vidas haya algo que celebrar,
que no se acabe el vino de la fiesta,
que las inolvidables canciones nunca dejen de sonar.
Pues la vida, para Dios, es una boda en la que quiere unir a todos sin final.
Vengan niños y mayores, acérquense los que están lejos,
rían los tristes,
coman sin vergüenza los hambrientos.
Que en la boda de Dios no hay invitados,
pues todos somos familia y unos de otros hermanos.
Ya no importa quien se case,
pues Dios quiere prender en todos
esa chispa del amor más suyo,
sin gusto por los buenos y los sanos
y amante del enfermo y del más malo.