Santa María, Madre de Dios
Ambientación inicial:
¡Feliz año nuevo para todos! Hemos vivido un año en una situación histórica inesperada en la que el tiempo ha pesado sobre nosotros con el interrogante de su duración. Iniciamos el año con esperanza y dispuestos a reinventar un “tiempo nuevo”. Es nuestra responsabilidad para ayudar a Dios a que siga siendo fiel a sus promesas.
Muchos buenos deseos nos acompañan, pero de poco servirán si no estamos convencidos de que hay que trabajarlos para hacerlos realidad.
Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, de quien hemos recibido a Jesús, Príncipe de la Paz, nos ayude a hacerlos realidad.
Rito del perdón:
- Tú que nos bendices y proteges. Señor, ten piedad.
- Tú que nos iluminas y nos concedes tu favor. Cristo, ten piedad.
- Tú que te fijas en nosotros, nos amas y nos concedes la paz. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
En este comienzo del año invocamos la bendición de Dios, primera lectura. Es una bendición solemne que Dios transmite a través de Moisés para impartirla al pueblo. Pero la bendición definitiva vendrá en la plenitud de los tiempos, cuando Dios envíe a su Hijo nacido de mujer. María será esa mujer, anunciada ya en el Génesis, cuya descendencia aplastará la cabeza de la serpiente. Ella, María, “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.
Lectura del libro de los Números 6, 22 – 27
El Señor habló a Moisés:
«Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel:
“El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor te muestre su rostro
y te conceda la paz”
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré»
Salmo 66, 2 – 3. 5. 6 y 8
Que Dios tenga piedad y te bendiga
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas.
Hermanos:
Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial.
Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya.
En muchas ocasiones habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas Lc 2, 16 – 21
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Oración de los fieles, respondemos: “VENGA TU REINO, SEÑOR”
- Para que, en este día de bendiciones y parabienes, Jesús nos contagie su paz y seamos pacíficos y pacificadores. Oremos
- Por nuestras autoridades y quienes ejercen responsabilidades de gobierno en nuestra sociedad, para que fomenten la paz, la libertad y la justicia. Oremos.
- Por este mundo sobrecogido por la pandemia, por los fallecidos y a sus familias, para que a todos llegue la paz y la esperanza de parte de Dios que a nadie olvida. Oremos.
- Por todos aquellos a los que se les niega la paz, golpeados por las guerras, por la violencia y todo tipo injusticia, para que les ayudemos a encontrar horizontes de esperanza y de un futuro mejor. Oremos.
- Por quienes terminaron el año en los hospitales, en las cárceles o en la calle por no tener un techo, para que en el año que empieza puedan recuperar la salud, la libertad y la dignidad. Oremos.
- Por quienes ven pasar el tiempo en una sucesión continua de días y años hacia ninguna parte, para que descubran el horizonte de sentido que Tú le has dado al mundo. Oremos.
- Para que, como María, acojamos al Dios liberador y compasivo y hagamos nuestro su sueño de amor, justicia y bien para todos. Oremos.
- Por todos nosotros, para que acojamos el nuevo año con ánimo y nos esforcemos en hacer crecer la paz en nuestras propias vidas y en nuestros entornos. Oremos.
Después de la comunión
Que el año que nace, Señor,
traiga las alforjas ligeras,
pero llenas de estrellas que hagan brillar,
en todos lo rincones, la paz y las flores;
que a todos los hombre y mujeres nos empape
las entrañas de vida e ilusión,
para que germinen y fructifiquen.
Que el año que empieza, Señor,
dispongamos de ganas y tiempo
para dialogar con los amigos
y, también, con los que van por otros caminos;
Que el año que nace, Señor,
busquemos con paso firme y mucho equilibrio
el camino de la felicidad y de tu Reino.
Que el año que nace, Señor,
demos pequeños, pero seguros pasos
para reconstruir ese “tejido social” que se nos había roto.
DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD
Ambientación inicial:
Y la palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria. Sí, somos testigos de que en Belén ha nacido un niño que, envuelto en pañales, es el Hijo de Dios encarnado. Esa es la gloria de Dios, su amor por nosotros desbordado. Él es la luz que ilumina el mundo. En Él somos hijos, coherederos; somos hermanos y hermanas. En Él somos llamados a elegir una vida santa. En Él henos sido salvados y, por eso, sabemos que su amor es infinito hacia toda la humanidad.
Rito del perdón
- Tú, que pusiste tu tienda en medio de nosotros. Señor, ten piedad
- Tú que eres la sabiduría eterna de Dios. Cristo, ten piedad.
- Tú, que eres la Luz verdadera que ilumina a toda persona. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
El salmo 147 se va a hacer eco del evangelio y va a afirmar rotundamente que Jesús se hizo carne y habitó entre nosotros. La sabiduría que existía desde el principio, antes de los siglos y que nos presenta la primera lectura va a tomar forma definitiva en Jesucristo. Por él, nos dirá san Pablo, hemos recibido tantos dones: hemos sido elegidos y destinados a ser hijos de Dios.
Lectura del libro del Eclesiástico Eclo 24, 1 – 2. 8 – 12
La sabiduría hace su propia alabanza,
encuentra su honor en Dios
y se gloría en medio de su pueblo.
En la asamblea del Altísimo abre su boca
y se gloría ante el Poderoso.
«El Creador del universo me dio una orden,
el que me había creado estableció mi morada
y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob,
y fija tu heredad en Israel”.
Desde el principio, antes de los siglos, me creó,
y nunca jamás dejaré de existir.
Ejercí mi ministerio en la tienda santa delante de él,
y así me establecí en Sion.
En la ciudad amada encontré descanso,
y en Jerusalén reside mi poder.
Arraigué en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad».
Salmo 14, 12 – 13. 14 – 15. 19 – 20
El Verbo se hizo carne y habitó entre vosotros
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Lectura de la carta de san Pablo a los Efesios. 1, 3 – 6. 15 – 18
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Cristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el amado.
Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.
Comienzo del santo Evangelio según san Juan 1, 1 – 18
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se han puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Oración de los fieles, respondemos: ¡SEÑOR, SÉ NUESTRA LUZ!
- Por la Iglesia, para que sea voz que anuncie de un modo creíble la Palabra de Dios a todos los hombres. Oremos
- Para que antes de hablar de Dios hablemos con Él. Oremos
- Por los gobernantes de la tierra, para que puedan gobernar y legislar a favor de los marginados y olvidados de nuestra sociedad. Oremos
- Por los profesionales de la palabra: profesores, escritores, trabajadores de los Medios de Comunicación Social…. Para que con sus mensajes sepan crear fraternidad e infundir esperanza. Oremos
- Para que nuestras palabras no sean causa de división, sino creadoras de diálogo, cercanía y paz. Oremos.
- Por todas las víctimas de nuestro mundo, para que puedan curar sus heridas y vivir en el perdón y la paz. Oremos.
- Por nuestra comunidad parroquial, para que sepa dar testimonio de esa Palabra que ha puesto su tienda entre nosotros. Oremos.
Después de la comunión.
Tu Palabra, Señor, es buena noticia,
semilla fecunda, tesoro escondido,
manantial de agua fresca, luz en las tinieblas,
pregunta que cautiva, historia de vida,
compromiso sellado y no letra muerta.
¡Alabado seas por tu Palabra!
Tu palabra, Señor, está en el Evangelio,
en nuestras entrañas, en el silencio,
en los pobres, en la historia,
en las personas buenas, en cualquier esquina,
en la naturaleza y, también, en tu Iglesia.
Alabado seas por tu Palabra.
Tu Palabra, señor, llega a nosotros,
por tu Iglesia abierta, por los mártires, por los profetas,
por los teólogos y catequistas,
por las comunidades vivas,
por nuestros padres y familias,
por quienes creen en ella,
por tus seguidores y la gente de fuera.
¡Alabado seas por tu Palabra!
Tu Palabra, señor, hace de nosotros
personas nuevas, sal y levadura,
comunidad de hermanos, Iglesia sin fronteras,
pueblo solidario con todos los seres humanos
y zona liberada de tu Reino que llega.
¡Alabado seas, Señor, por tu Palabra!