Segundo Domingo de Pascua
Ambientación inicial:
Pascua es una fiesta tan grande que no se puede celebrar en un solo día. Por eso la Iglesia dedica cincuenta días a celebrarla: cincuenta días de Pascua. Es como si quisiera que la vayamos gustando poco a poco. Cada domingo nos invita a contemplar y degustar una parte. En este segundo domingo de Pascua vamos a vivir la idea gozosa de que el Señor resucitado ha hecho de nosotros la comunidad de los cristianos. Somos su familia, su grupo, su gente. Y nos reunimos en su nombre para festejar la alegría desbordante, la paz y la esperanza que provoca su Resurrección.
Rito penitencial:
- Tú que nos reuniste en una fraternidad donde poder sentirse querido, acogido y superar la soledad y el individualismo. Señor, ten piedad.
- Porque no sabemos reconocerte cuando estás presente en medio de nosotros y verte como luz en nuestro caminar. Cristo, ten piedad.
- Por las veces que no te reconocemos en el rostro del hermano, sobre todo en aquel que sufre. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, se nos presenta, de una forma idealizada, el modelo de vida cristiana: crear verdadera comunidad, donde el “nosotros” frente al yo, adquiera toda su fuerza. La segunda lectura invita a la Iglesia a salir de sí misma y ofrecer al mundo la libertad de los hijos de Dios. En el Evangelio, San Juan, insiste en la idea de comunidad, en la gratuidad de la fe y llama bienaventurados a los que sin haber visto han creído.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-35
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Salmo 117, 2-4. 16ab-18. 22-24
R. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Lectura de la primera carta de apóstol san Juan 5, 1-6
Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Aleluya Jn 20,29
Porque me has visto, Tomás, has creído,
—dice el Señor—.
Dichosos los que crean sin haber visto.
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envió yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
—«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
—«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
—«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
—«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
—«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
—«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Oración de los fieles:
- Por todos los creyentes, para que la paz que Cristo nos transmite nos libere de los miedos que nos paralizan. Roguemos al Señor.
- Para que nunca perdamos la esperanza ante las dificultades de la vida, y seamos siempre conscientes de que el Amor de Dios es más fuerte que la muerte. Roguemos al Señor.
- Por los responsables de la vida pública, para que, actuando con honradez y justicia, recuperen la confianza de los ciudadanos. Roguemos al Señor.
- Por cuantos viven la angustia y el dolor a causa de la enfermedad, de las depresiones, de la soledad. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros que creemos en Jesús resucitado, para que vivamos llenos de alegría y llevemos la luz de la resurrección a tantos hermanos nuestros que viven en las tinieblas de la muerte. Roguemos al Señor.
- Por nuestra comunidad parroquial, para que unida a Jesús sea una comunidad viva, resucitada, renovada, acogedora y misionera. Roguemos al Señor.
Después de la comunión:
El vive aunque yo no lo crea.
Él me elige aunque yo no lo acepte.
Él me llama aunque yo no vaya.
Él está aunque yo no lo vea.
Él entra aunque mis puertas estén cerradas.
Él me acompaña aunque yo elija lo que no le agrada.
Él me busca aunque yo me esconda.
Él está aunque yo no lo vea.
Él me escucha aunque yo no le hable.
Él me invita aunque yo no quiera
Él me saluda aunque yo no me pare.
Él me cuida aunque yo no lo pida.
Él está aunque yo no lo vea.
Él me respeta aunque yo no lo haga.
Él me ama aunque yo no lo entienda.
Él permanece aunque yo me vaya.
Él está aunque yo no lo vea.
Él me oye aunque yo no grite.
Él me propone aunque yo no responda.
Él me espera aunque yo no llegue.
Él vuelve si yo estoy ausente.
Él está aunque yo no lo vea