V Domingo de Cuaresma

Ambientación inicial:

            Nos reunimos en este último domingo de Cuaresma; estamos ya finalizando nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua y la liturgia de hoy nos dispondrá a vivir el sentido auténtico de la muerte y resurrección de Jesucristo como establecimiento de la nueva Pascua de la nueva Alianza; Pascua que hoy celebramos sacramentalmente en el misterio del altar. También celebramos el Día del Seminario del que saldrán los futuros sacerdotes que acompañarán a cada una de las comunidades parroquiales. Agradezcamos a Dios la vocación al sacerdocio y pidamos para que sepan responder a las necesidades de los cristianos de este siglo.

Rito del perdón:

  • Tú que renuevas cada día tu alianza de amor, tu alianza a favor de la vida. Señor, ten piedad.
  • Tú como grano de trigo germinaste y eres fuente de vida que se da a todos. Cristo, ten piedad.
  • Tú que nos devuelves la alegría de la salvación. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

            La Palabra de Dios nos recuerda el anuncio de una nueva Alianza en los profetas. Esta nueva alianza se concretará en la muerte y resurrección de Jesús que establecerá la nueva Pascua, pues su morir será el del grano de trigo que muere para dar frutos de vida. La muerte es desde ahora el camino hacia la vida.

Lectura del libro de Jeremías.

Ya llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor —oráculo del Señor—
Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor —oráculo del Señor—, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.

R/.   Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.

        V/.   Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
                por tu inmensa compasión borra mi culpa;
                lava del todo mi delito,
                limpia mi pecado.   R/.

        V/.   Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
                renuévame por dentro con espíritu firme.
                No me arrojes lejos de tu rostro,
                no me quites tu santo espíritu.   R/.

        V/.   Devuélveme la alegría de tu salvación,
                afiánzame con espíritu generoso.
                Enseñaré a los malvados tus caminos,
                los pecadores volverán a ti.   R/.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«Señor, queremos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo:
«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».
La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Oración de los fieles, respondemos: “Oh Dios, danos un corazón puro”

  • Por todos los que compartimos la fe y el amor en la Iglesia, para que sigamos con valentía los pasos de Jesús y cumplamos siempre lo que es voluntad del Padre. Oremos.
  • Por los seminaristas, para que en su vocación específica de servicio a la Iglesia, no les mueva nada fuera del amor a las personas y del anuncio de Jesús. Oremos.
  • Por todos los jóvenes, para que se planteen en serio su vocación y desde ella den sentido a su existencia. Oremos
  • Por todos los que están sometidos al dolor de la enfermedad, de la soledad, de la injusticia, de la violencia, o la falta de horizontes, para que encuentren en Ti fortaleza y en los hermanos compañía. Oremos.
  • Por quienes en esta cuaresma buscamos sinceramente vivir la alianza de Dios con nosotros, con los demás, con la realidad y con le tierra, para que no caigamos en la tentación del cansancio y el abandono. Oremos.
  • Por los responsables de las naciones, para que procuren siempre superar la violencia, la injusticia y la pobreza de tantas personas. Oremos.
  • Por todos los difuntos, para que estén ya en la contemplación de la gloria del Padre. Oremos.
  • Por todos nosotros, para que seamos solidarios y felices haciendo de nuestra vida una entrega generosa al servicio de los hermanos. Oremos.

Después de la comunión:

Padre me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, con tal que tu plan
vaya a delante en toda la humanidad y en mí.

Ilumina mi vida con la luz de Jesús,
que no vino a ser servido, vino a servir.
Que mi vida sea como la de Él, servir,
grano de trigo que muere en el surco del mundo.

Que así sea de verdad, Padre.
Te confío mi vida.
Te la doy.
Condúceme.
Envíame aquel Espíritu que movía a Jesús.

Me pongo en tus manos,
enteramente, sin reservas,
con una confianza absoluta,
porque Tú eres mi Padre.