IV Domingo de Cuaresma

Ambientación inicial:

En este nuestro caminar hacia la Pascua, cuando muchos de los datos de la realidad parecen hablarnos del dominio de la muerte, el Padre Dios nos convoca para recordarnos y celebrar que lo suyo, su última palabra, es la vida y la vida plena para todos.
La liturgia busca alentar nuestra esperanza y nuestra alegría y así animar nuestro caminar en este tiempo de despojo, de conversión, de renovación personal y comunitaria, de “nacer de nuevo” al aire del Espíritu.

Rito del perdón:

  • Dios de la vida, que pones en nuestras vidas personas y acontecimientos que nos muestran tu bondad y cercanía. Señor, ten piedad.
  • Dios de la vida, que envías tu luz al mundo para disipar nuestras tinieblas. Cristo, ten piedad.
  • Dios de la vida, tú que quieres que todos los hombres se salven y gocen de vida plena, de vida eterna. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

El libro de las Crónicas manifiesta que Dios no condena a su pueblo al exilio, sino que lo libra de él para que viva en libertad. San Pablo nos recuerda que estamos salvados no por nuestros méritos, sino por la acción gratuita de Dios. San Juan, por fin, en su evangelio, proclama que el amor de Dios por su pueblo y por todos nosotros es el origen último y definitivo de su salvación.

Lectura del segundo libro de las Crónicas.

EN aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había consagrado en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su pueblo.
Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos. Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías:
«Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta cumplirse setenta años».
En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino:
«Así dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él!».

R/.   Que se me pegue la lengua al paladar
        si no me acuerdo de ti.

        V/.   Junto a los canales de Babilonia
                nos sentamos a llorar
                con nostalgia de Sión;
                en los sauces de sus orillas
                colgábamos nuestras cítaras.   R/.

        V/.   Allí los que nos deportaron
                nos invitaban a cantar;
                nuestros opresores, a divertirlos:
                «Cantadnos un cantar de Sión».   R/.

        V/.   ¡Cómo cantar un cántico del Señor
                en tierra extranjera!
                Si me olvido de ti, Jerusalén,
                que se me paralice la mano derecha.   R/.

        V/.   Que se me pegue la lengua al paladar
                si no me acuerdo de ti,
                si no pongo a Jerusalén
                en la cumbre de mis alegrías.   R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir.
Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito;
todo el que cree en él tiene vida eterna.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Oración de los fieles:

  • Te pedimos por la Iglesia, para que avive sus entrañas de misericordia y de este modo muestre el rostro de nuestro Dios. Roguemos al Señor.
  • Pedimos por todos los cristianos, para que el Señor nos haga capaces de amar apasionadamente nuestro mundo haciendo así presente el amor que le tiene nuestro Dios. Roguemos al Señor.
  • Pedimos por los organismos internacionales, para que favorezcan desarrollos sostenibles y atiendan preferentemente a los países crucificados por la pobreza. Roguemos al Señor.
  • Pedimos por las víctimas del egoísmo humano, de la indiferencia, de la falta de amor, por los que viven solos y por los descartados de nuestra sociedad. Roguemos al Señor.
  • Para que meditemos cada día la Palabra de Dios que nos enseña a vivir en esperanza y con la confianza puesta en Él. Roguemos al Señor.
  • Por nuestra comunidad parroquial, para que el Señor nos haga nacer de nuevo a la buena noticia del Evangelio. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

No has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías,
sino a buscar a quien anda extraviado,
defender a quien está acusado,
liberar a quien está aprisionado,
curar a quien está herido,
acoger a quien está desamparado,
lavar a quien está manchado,
sanar a quien está enfermo,
levantar a quien ha caído,
salvar a quien se siente culpable,
perdonar a quien ha pecado,
devolver la dignidad a quien la ha perdido
y hacer hijo a quien se siente esclavo.
Tú, que crees en nosotros como nadie;
tú que esperas de nosotros lo que siempre has soñado;
tú, que nos tratas como hijos e hijas queridos;
tú, que siempre nos tiendes la mano;
tú que conoces nuestras carencias y anhelos;
tú, que nos amas más que lo que nos amamos nosotros mismos;
tú, que eres mayor que todos nuestros pecados;
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor en este mundo en el que vivimos,
en el que somos, existimos y nos movemos.