Domingo I de Adviento ciclo B
Ambientación inicial
En este primer domingo de Adviento, somos invitados al encuentro con el Señor en clave de esperanza. Abrimos nuestro corazón para vivir una nueva oportunidad, en la que afianzar nuestra fe y el compromiso con nuestros hermanos. Este es un tiempo de reflexión, de silencio, de cuestionarnos hacia dónde nos conducen nuestros pasos, a la vez que nos dejamos iluminar con la luz que el Señor va encendiendo en nuestra existencia. Bienvenidos.
Bendición de las coronas de Adviento:
Padre, fuente de toda vida y de toda bondad. Mira con amor a tus hijos. Derrama tu gracia sobre ellos. Bendice estas coronas que nos acompañarán y recordarán el tiempo litúrgico que hoy comenzamos, el Adviento. Ayúdanos a estar vigilantes, atentos y preparados para abrirte apenas llegues, para que nazcas en cada uno de nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Antes de encender la primera vela de la Corona.
Señor, Jesús al comenzar este tiempo de Adviento, ponemos en ti nuestra confianza. Fortalece nuestra esperanza para saber descubrirte presente entre nosotros. Despiértanos de nuestros sueños. Prepara nuestros corazones para se conviertan en la casa amable y humana en la que Tú puedas nacer.
Te esperamos y salimos a tu encuentro. Cuando llegues, llenos de alegría te daremos el mejor de nuestros abrazos.
Rito del perdón:
- Tú, Que vienes a salvar a tu pueblo. Señor, ten piedad.
- Tú, que no dejas de visitar tu viña. Cristo ten piedad.
- Tú, que nos llamas a ti y nos das la vida. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
El profeta Isaías, nos recordará la necesidad de confiar en Dios, que sale siempre al encuentro del que practica la justicia y camina por las sendas del Señor. San Pablo nos recuerda que los dones, que hemos recibido de parte del Señor, expresan el amor que Dios nos tiene. El evangelista Marcos nos señala las actitudes propias de este tiempo nuevo, vigilancia, otear el horizonte, estar preparados ante la llegada del Señor.
Lectura del libro de Isaías.
Tú, Señor, eres nuestro padre,
tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador».
¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos,
y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete, por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!
En tu presencia se estremecerían las montañas.
«Descendiste, y las montañas se estremecieron».
Jamás se oyó ni se escuchó,
ni ojo vio un Dios, fuera de ti,
que hiciera tanto por quien espera en él.
Sales al encuentro
de quien practica con alegría la justicia
y, andando en tus caminos, se acuerda de ti.
He aquí que tu estabas airado
y nosotros hemos pecado.
Pero en los caminos de antiguo
seremos salvados.
Todos éramos impuros,
nuestra justicia era un vestido manchado;
todos nos marchitábamos como hojas,
nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre,
nadie salía del letargo para adherirse a ti;
pues nos ocultabas tu rostro
y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre,
nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero:
todos somos obra de tu mano.
R/. Oh, Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los Corintios.
Hermanos:
A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación. R/.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
Oración de los fieles, respondemos: VEN, SEÑOR JESÚS
- Por la Iglesia, extendida por todo el mundo, para que el Señor la reúna, la santifique y la mantenga en la esperanza de su vuelta gloriosa. Oremos.
- Por todos los pueblos de la tierra, para que vivan en la concordia y construyan siempre relaciones de justicia y de paz entre todos. Oremos.
- Por las personas mayores y por los enfermos, para que vivan su realidad con esperanza y sientan que el Señor les acompaña y les conforta. Oremos.
- Por los migrantes, los refugiados, los desplazados y los presos, para que en su difícil situación encuentren consuelo en la bondad del Padre Dios y en nuestra solidaridad. Oremos.
- Por todos nosotros y por nuestros hermanos ausentes, para que en toda ocasión experimentemos la cercanía de Dios y la vivamos con autenticidad en nuestra comunidad. Oremos.
- Por nuestros grupos de catequesis, para que preparemos bien la Navidad y descubramos su verdadero sentido. Oremos.
- Por nuestras familias, para que esta Navidad sea un momento de encuentro y de paz. Oremos
- Por nuestra Parroquia de San Hilario, para que el Adviento sea una oportunidad para conocernos mejor, para ayudarnos más, para querernos mejor. Oremos.
Oración después de la comunión:
Allanad los caminos.
Allanad, sí, todos los caminos de la tierra,
porque el Señor está cerca.
El vendrá, y llenará de esperanza
a quienes la perdieron.
Vendrá en la noche para ser luz.
Vendrá para acompañar a los cansados,
a los desilusionados,
a los desamparados,
a los abatidos,
a los olvidados.
Ya pueden cantar victoria
quienes se creían abandonados,
quienes vivían sin esperanza,
quienes vivían en la oscuridad del sinsentido.
Ya está el Salvador a la puerta.