V Domingo de Pascua
Ambientación inicial:
Jesús resucitado, la piedra que desecharon los arquitectos, es ahora el centro de todo, la piedra angular en la que se afirma la tienda de campaña de la Iglesia, y es luz para toda la humanidad. Él es “el camino, la verdad y la vida”. Él es la imagen visible del Padre. Él es quien da sentido a nuestra vida. Bienvenidos a la celebración.
Rito del perdón:
- Por dudar de tu presencia constante en medio de nosotros. Señor, ten piedad.
- Por poner nuestra esperanza solo en nuestras fuerzas, y no en tu poder. Cristo, ten piedad.
- Por no escuchar a la personas más débiles y necesitadas. Señor, ten piedad.
Ambientación a la palabra:
Nuestras comunidades, como nuestras casas, necesitan una piedra clave que sostenga la construcción. A la vez necesitamos pistas para saber situarnos, buscar juntos, saber caminar en esta compleja sociedad. Estemos atentos a la palabra que se nos va a proclamar, nos da pistas para construir la comunidad cristiana y para conocer el camino que debemos transitar los seguidores de Jesucristo en estos tiempos que nos toca vivir.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La Palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R/.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pedro.
Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Por eso dice la Escritura:
«Mirad, pongo en Sion una piedra angular,
elegida y preciosa;
quien cree en ella no queda defraudada».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros.
Y a donde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conocerías también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».
Oración de los fieles, respondemos: “TU AMOR NOS ACOMPAÑA”
- El cambio de época que nos ha tocado vivir es un momento de gracia, una oportunidad para ensayar nuevos caminos de evangelización. Supliquemos con fuerza la luz y el amor necesarios para volver a las huellas de Jesús. Oremos.
- Estamos confundidos ante los cambios sociales, culturales y religiosos que con tanta rapidez se suceden. Que la certeza de que el Hijo vela e intercede por nosotros ante el Padre nos quite el miedo y nos devuelva la calma. Oremos.
- En esta sociedad tan polarizada por el control de la economía mundial siempre pierden los pobres, los débiles, los que no cuentan. Para que la victoria del Resucitado haga desaparecer la injusticia de la faz de la tierra. Oremos.
- Que todos busquemos la verdad que nos hace libres; que en nuestras vidas no tenga cabida la mentira, la falsedad, el disimulo y el engaño. Y aumente cada día la fidelidad al evangelio de Cristo. Oremos.
- Por nuestra comunidad, para que, con creatividad y solidaridad, seamos capaces de ir forjando la Iglesia que tú quieres. Oremos.
Después de la comunión:
Aquí estamos, Señor Jesús: juntos en tu búsqueda.
Señor Jesús, descúbrenos el rostro del Padre.
Señor Jesús, danos la fuerza arrolladora de tu Espíritu.
Señor Jesús, comunícanos tu presencia resucitada.
Señor Jesús, enséñanos a caminar unidos a ti.
Juntos en tu búsqueda, Señor.
¡Señor de los encuentros!
A pie descalzo, en oración sincera.
¡Señor de los caminos!
Empeñados en esta aventura apasionante.
¡Señor del misterio!
Aquí estamos sabiendo que Tú también estás con nosotros.
Porque Tú, Señor, te manifiestas al que te busca;
Porque Tú, Señor, eres la fuerza del que te encuentra.