III Domingo de Pascua
Ambientación inicial:
Nos hemos reunido en asamblea dominical en el día de Señor, que se hace presente en medio de nosotros. Él nos acompaña en el camino de la vida, como hizo con los discípulos de Emaús. Quiere que le conozcamos más y mejor, y así la alegría y la esperanza nos invadan. Quiere que seamos sus testigos y, como testigos, colaboremos en la construcción de un mundo más fraterno.
Este domingo, celebramos la Campaña por el Empleo 2023, organizada por el Servicio Diocesano de Empleo con el fin de ofrecer asesoramiento, formación e intermediación, para que la persona pueda sacar lo mejor de sí, y lograr su sueño de tener un empleo acorde con sus deseos y su cualificación. Bienvenidos.
Rito del perdón:
- Señor, nacidos en el mismo bautismo, unidos en la misma comunión, te decimos: Señor, ten piedad.
- Señor, todos viviendo en una misma casa, Iglesia peregrina de Dios, te decimos: Cristo, ten piedad.
- Señor, todos ligados a la misma salvación, te decimos: Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
Ahora, el Señor, con su palabra quiere hacernos caer en la cuenta de que nos acompaña siempre. Su palabra quiere hacer arder nuestros corazones de modo que el miedo no nos paralice, que las situaciones negativas no nos angustien. Que al escucharle brote de nosotros un “quédate junto a nosotros”. Deseamos y queremos tu compañía.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entrega- do conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
«Veía siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos,
ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro».
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios «le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo», previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que «no lo abandonará en el lugar de los muertos» y que «su carne no experimentará corrupción». A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.
QUERIDOS hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
AQUEL mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?»
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.»
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Oración de los fieles:
- Por la Iglesia, para que se implique cada vez más en la defensa de un trabajo digno y como Dios manda. Oremos.
- Por quienes tienen trabajos precarios e informales que les impiden vivir la vida con la dignidad otorgada por Dios. Oremos.
- Por los parados, especialmente de larga duración, que encuentren en nosotros una motivación y esperanza al sentir que no están solos. Oremos
- Que, caminando al paso de la humanidad como los peregrinos de Emaús, sepamos llevar a todos los hombres la esperanza alegre de la resurrección del crucificado, Señor de la gloria. Oremos.
- Tú, Señor, que tienes palabras de vida eterna que incendian el corazón al escucharlas, prende con el fuego de tu amor nuestra vida para que sepamos alentar a los tristes y decepcionados. Oremos.
- Por todos nosotros, para que luchemos por transformar las estructuras que no están al servicio de los empobrecidos. Oremos.
Después de la comunión:
Dinos, Señor, en el silencio, tu Palabra.
Llévanos por la ciudad
entre el tráfico y el ruido,
y ayúdanos a escuchar en ello tu Palabra.
Dinos en secreto, calladamente, tu Palabra.
Repítenos el eco y la fuerza de tu voz.
Vayamos a las periferias
para que nos enseñes palabras nuevas,
escondidas detrás de tu rebaño.
En medio de nuestros problemas y preocupaciones
que se oiga tu Palabra
y ponga todas las cosas en su sitio.
Ponnos en el corazón de las personas
y espera, Señor, que crezca en nosotros tu Palabra.