VI DOMINGO DE PASCUA

Ambientación inicial

Estamos en Pascua, tiempo de vida resucitada. El triunfo es del amor, de la entrega y del bien. Y nosotros somos testigos de la Resurrección de Jesús: seguimos y volvemos a anunciar que somos amados por Dios, que Dios está con nosotros.
Por ello nos disponemos a darle gracias y le alabamos porque nos llena de su vida, de la vida que Jesús con su muerte y resurrección nos ha alcanzado. Bienvenidos.

Rito del perdón:
  • Tú, que eres compasivo y misericordioso. Señor, ten piedad.
  • Tú, el fundamento último de nuestra esperanza. Cristo, ten piedad.
  • Tú, la resurrección y la vida. Señor, ten piedad
Ambientación a la Palabra:

La primera lectura, nos cuenta cómo, ante los problemas que surgen en la primera comunidad, se reúnen los apóstoles y guiados por el Espíritu solucionan los conflictos.
En el libro del Apocalipsis, Juan describe la Iglesia celestial perfecta y bella, cuyo origen es el triunfo de Cristo resucitado. Para nosotros, discípulos de Cristo, el reto es conseguir que esa Jerusalén brille ya aquí y ahora.
En el evangelio, Jesús promete el Espíritu para que la comunidad no se quede sola y corra el peligro de tergiversar u olvidar la verdadera Palabra del Señor.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 15, 1-2. 22-29

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsabás y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».

Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.


El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines del orbe. R.

Lectura del libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23


El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra preciosa, como jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y en ella no vi s, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

El que me ama guardará mi palabra
—dice el Señor—,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 23-29


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo».

Oración de los fieles:
  • Por la Iglesia universal, para que dé testimonio de la resurrección con su amor a Cristo y viva en el amor del Espíritu. Roguemos al Señor.
  • Por el Papa y los pastores de la Iglesia, para que se dejen iluminar por el Espíritu Santo y ejerzan su misión con sabiduría sinodal, con amor y valentía. Roguemos al Señor.
  • Por todos los pueblos del mundo, para que en sus diferencias, alcancen la paz que Cristo trae y comunica. Roguemos al Señor.
  • Por los enfermos y sus familias, para que siempre sientan la presencia cercana y esperanzadora del Resucitado. Roguemos al Señor.
  • Por los que encuentran serias dificultades para creer, para que con la ayuda del Espíritu de amor y de verdad, lleguen a superarlas. Roguemos al Señor.
  • Por todos los que estamos aquí reunidos, para que vivamos siempre atentos a las indicaciones del Espíritu que nos guía hacia la fraternidad universal. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

Un día más, Señor, te haces presente
en nuestro mundo y en nuestra vida,
y nosotros nos sentimos felices.

Sabemos que con tu presencia
nuestra suerte va a cambiar
y vamos a encontrar gozo y paz.

A veces estamos desilusionados,
con frecuencia desanimados
y con pocas esperanzas casi siempre.

Con el horizonte oscuro y triste,
con la tormenta amenazando nuestro presente,
día a día anhelamos que amanezca.

No es que vengas cuando amanece,
es que amanece cuando tú vienes;
no es que te hagas presente
cuando nuestro corazón está caliente,
es que tu presencia
calienta nuestro corazón;

Toca, Señor, nuestras entrañas
para que cada día con sus cosas,
sea un sacramento de tu presencia.