Domingo XXXI Ciclo B

Ambientación inicial:

La Eucaristía es memoria de Jesús. Recordemos de nuevo sus palabras y su vida entregada. Aprendamos de Él que significa amar a Dios y lo que significa amar al prójimo. Descubramos en Él cómo unir el amor a Dios y al prójimo. Demos gracias a Dios por Él, que vive resucitado y que camina siempre a nuestro lado.
Dispongámonos a renovar ese doble compromiso de amor que es la síntesis de la mística cristiana. Pediremos especialmente por los que carecen de hogar donde vivir con dignidad y disfrutar de derechos y oportunidades. Bienvenidos.

Rito del perdón:

  • Por las veces que convertimos a Dios en una simple idea. Señor, ten piedad.
  • Por las veces que le convertimos en una simple doctrina. Cristo, ten piedad
  • Por las veces que le sentimos lejano, lejos de la vida de la gente. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

El amor a Dios y al prójimo es el mensaje fundamental de este domingo. En la primera lectura escucharemos: “amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas”. En el evangelio Jesús añade: “amarás al prójimo como a ti mismo”. Este es el centro de la experiencia cristiana. Aquí está el auténtico culto a Dios.

Lectura del libro del Deuteronomio. Dt 6, 2-6

MOISÉS habló al pueblo diciendo:
«Teme al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y nietos, y observa todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días. Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel.
Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón».

Salmo:  Sal 171 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab

R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.

Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido. R.

Lectura de la carta a los Hebreos. Heb 7, 23-28

Hermanos:
Ha habido multitud de sacerdotes de la anterior Alianza, porque la muerte les impedía permanecer; en cambio, Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para’ interceder a favor de ellos.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.

R. Aleluya, aleluya, aleluya.
El que me ama guardará mi palabra —dice el Señor—,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mc 12, 28b-34

EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Oración de los fieles, respondemos: “DANOS TU ESPÍRITU DE AMOR”

  • Por los pastotes de la Iglesia, para que hagan una apuesta por el servicio, humilde y entregado, en beneficio de los más pobres, excluidos, emigrantes y refugiados. Oremos.
  • Pedimos por las personas de buena voluntad, para que con su actitud de tolerancia y empatía hagan posible la paz. Oremos.
  • Por las personas que sufren el “sinhogarismo”, para que no sean invisibles a nuestros ojos, sino que sientan nuestro cariño y solidaridad para lograr salir de esa  situación. Roguemos al Señor.
  • Pedimos por los pobres, los enfermos, los fracasados, para que puedan vivir en esperanza su situación. Oremos.
  • Por todos los cristianos, para que tengan los ojos atentos para ver los problemas; el corazón abierto para acoger a los que sufren y las manos dispuestas para colaborar en la construcción del Reino. Oremos.
  • Por todos nosotros, para que seamos una comunidad alegre, abierta, servidora, amiga de la humanidad, peregrina en medio del mundo, buena noticia para los pobres. Oremos.

Después de la comunión:
Sentí a Dios tan cerca en sus milagros,
que me arrastró violentamente detrás de sí.

Y lo ví tan cerca de los que sufren,
de los que lloran,
de los que naufragan en esta vida de desamparo,
que se encendió en mí
el deseo ardiente de imitarle,
en esta voluntaria proximidad
a los desechos del mundo
que la sociedad desprecia;
porque ni siquiera sospecha
que hay un alma vibrando
bajo tanto dolor.