Miércoles de Ceniza

Ambientación inicial:

Bienvenidos a esta celebración con la que iniciamos nuestra Cuaresma. Es este nuestro tiempo penitencial por excelencia. Volvernos al Señor tiene trazos exteriores, pero sólo es real si lo que cambia es el corazón. De nuestro interior, purificado por la oración, el ayuno y la limosna, podremos sacar obras de misericordia, que nos conducirán a celebrar la Pascua del Señor con dignidad.
Hacia allí nos encaminamos, hacia un tiempo en el que tendremos inscritos en nuestro interior el amor de nuestro Dios.

Ambientación a la palabra:

Las lecturas de esta eucaristía nos invitan a arrepentirnos de nuestras faltas, a reconocer que nos alejamos de Dios y del amor a los hermanos. El evangelio nos pedirá que entremos en nuestra intimidad, en los más profundo de nuestro ser, para orar, para ayunar, para ayudar. Por eso San Pablo nos suplicará que volvamos nuestros corazones a Dios. Y el profeta nos pedirá que, en comunidad, reconozcamos al Dios que nos libera.

Lectura de la profecía de Joel. Jl 2, 12-18

Ahora —oráculo del Señor—,,
convertíos a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos,
y convertíos al Señor vuestro Dios,
un Dios compasivo y misericordioso,
lento a la cólera y rico en amor,
que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá
     dejando tras de sí la bendición,
     ofrenda y libación
     para el Señor, vuestro Dios!
Tocad la trompeta en Sion,
     proclamad un ayuno santo,
     convocad a la asamblea,
     reunid a la gente,
     santificad a la comunidad,
     llamad a los ancianos;
     congregad a los muchachos
     y a los niños de pecho;
     salga el esposo de la alcoba
     y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar
     lloren los sacerdotes,
     servidores del Señor,
     y digan:
     «Ten compasión de tu pueblo, Señor;
     no entregues tu heredad al oprobio
     ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes:
     «Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió
     el celo de Dios por su tierra
     y perdonó a su pueblo.

R/.   Misericordia, Señor, hemos pecado.

        V/.   Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
                por tu inmensa compasión borra mi culpa;
                lava del todo mi delito,
                limpia mi pecado.   R/.

        V/.   Pues yo reconozco mi culpa,
                tengo siempre presente mi pecado.
                Contra ti, contra ti sólo pequé,
                cometí la maldad en tu presencia.   R/.

        V/.   Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
                renuévame por dentro con espíritu firme.
                No me arrojes lejos de tu rostro,
                no me quites tu santo espíritu.   R/.

        V/.   Devuélveme la alegría de tu salvación,
                afiánzame con espíritu generoso.
                Señor, me abrirás los labios,
                y mi boca proclamará tu alabanza.   R/.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.Cor 5, 20-6, 2

Hermanos:
Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice:
     «En el tiempo favorable te escuché,
     en el día de la salvación te ayudé».
Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Rito de la imposición de la Ceniza

Oración de los fieles:

  • Por la iglesia, para que sea siempre Madre acogedora de todos sus hijos, sobre todo, de los más necesitados. Roguemos al Señor.
  • Por todos los cristianos, para que cambiemos nuestro corazón y seamos generosos y solidarios con nuestros hermanos más pobres. Roguemos al Señor.
  • Por las personas que están viviendo situaciones de desamparo e incomprensión, para que puedan encontrar motivos para seguir esperando. Roguemos al señor.
  • Por los endurecidos en su corazón a causa de las riquezas o del poder, e insensibles a las necesidades de los otros, para que en estos cuarenta días de conversión descubran caminos de verdadera felicidad a través de la generosidad. Roguemos al Señor.
  • Por las comunidades cristianas, para que siempre y, especialmente en este tiempo, escuchemos y meditemos más profundamente la Palabra de Dios. Roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que nuestra Cuaresma sea un viaje al interior de nosotros mismos, al encuentro con Dios, con los hermanos, con la naturaleza y con la realidad social. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

Que tu palabra despeje nuestros caminos,
que tu luz ilumine y disipe temores,
que tu fuerza refuerce nuestros esfuerzos,
que tu amor nos transforme enteramente.
Como vienes con nosotros, Señor,
y sé que guardas nuestros pasos,
no tenemos miedo al emprender la marcha.
Confiamos llegar a la Pascua
y ser arrebatados en tu resurrección
y encontrar la Vida que nos da vida.
Salgamos confiados, animados, acompañados.