Domingo XXIII Ciclo B

Ambientación inicial:

La comunicación es uno de los signos evidentes de humanidad: la posibilidad de expresarse y de que otro comprenda el mensaje. Por el contrario, la incomunicación es una limitación, una carencia, incluso una verdadera desgracia. Dios quiere la comunicación, el diálogo, el intercambio entre personas. Dios quiere que “oigamos” que “hablemos”, porque él mismo es la Palabra que se nos comunica. Dispongámonos a escuchar a entrar en diálogo con Dios y con los hermanos.

Rito penitencial:

  • Por nuestra dureza de oído para escuchar tu voz. Señor, ten piedad.
  • Por nuestra dureza de corazón para vivir como discípulos. Cristo, ten piedad.
  • Por nuestra dureza de mente para entender tu Evangelio. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra

El profeta Isaías nos invita a mirar al futuro y a proclamar la acción liberadora de Dios. El apóstol Santiago, en la segunda lectura, afirma que no se puede ser cristiano si hacemos distinción de personas por razón de la riqueza. Del evangelio podemos hacer una doble lectura: por una parte Jesús lleva a cumplimiento las esperanzas que anuncia  el profeta Isaías y, por otra parte, unos personajes paganos proclaman la acción liberadora de Jesús.

Lectura del libro de Isaías.

DECID a los inquietos:
«Sed fuertes, no temáis.
¡He aquí vuestro Dios!
Llega el desquite,
la retribución de Dios.
Viene en persona y os salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos,
los oídos de los sordos se abrirán;
entonces saltará el cojo como un ciervo
y cantará la lengua del mudo,
porque han brotado aguas en el desierto
y corrientes en la estepa.
El páramo se convertirá en estanque,
el suelo sediento en manantial».

R. Alaba, alma mía, al Señor.

V. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.

V. El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R.

V. Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sion, de edad en edad. R.

Lectura de la carta del apóstol Santiago

HERMANOS míos, no mezcléis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas.
Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con sortija de oro y traje lujoso, y entra también un pobre con traje mugriento; si vosotros atendéis al que lleva el traje de lujo y le decís: «Tú siéntate aquí cómodamente», y al pobre le decís: «Tú quédate ahí de pie» o «siéntate en el suelo, a mis pies», ¿no estáis haciendo discriminaciones entre vosotros y convirtiéndoos en jueces de criterios inicuos? Escuchad, mis queridos hermanos: ¿acaso no eligió Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que lo aman?

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

EN aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano.
Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Oración de los fieles.

  • Por la Iglesia, para que sea lugar de acogida, de diálogo y de crecimiento de sus miembros como personas y como creyentes. Roguemos al Señor.
  • Por todas las personas que trabajan por el diálogo, por la comunicación seria, rigurosa, verdadera y limpia. Roguemos al Señor.
  • Para que se imponga el diálogo y la razón frente a las armas y la violencia que enfrenta a los pueblos. Roguemos al Señor.
  • Por todos los que viven cansados, sin esperanza, para que encuentren en la Palabra de Dios un sentido pleno para sus vidas. Roguemos al Señor.
  • Por todos los que sufren en su cuerpo violencia, injusticia y enfermedad. Roguemos al Señor.
  • Por los que nadie reza, por los que no son importantes a los ojos de los demás. Roguemos al Señor.
  • Por nuestra comunidad, para que inicie la nueva etapa con renovado entusiasmo y llena de creatividad. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

Cuántas veces, Señor, “he dicho que no”.

No a las preguntas incómodas,
no a propuestas desconocidas,
no a las sugerencias extrañas,
no a las ideas que no son mías.

No a tender puentes,
no a comunicarme con quien no quiero,
no a escuchar lo que no me gusta,
no a predicar en desiertos.

¿Si tú, Jesús, hubieses hecho lo mismo?
¿Si tú te hubieras cerrado en banda  a pecadores y mal vistos?

Tú siempre estabas atento a los pequeños detalles,
a ruegos imperceptibles.

Nada humano te era ajeno,
nada te resultaba irrelevante;
nada cerraba tu atención necesaria.

Señor Jesús, dame el coraje
de prestar atención a lo que me dicen,
de escuchar los ruegos ajenos,
y la sabiduría de decir una palabra justa,
luminosa, consoladora, necesaria.