Domingo de la Santísima Trinidad

Ambientación inicial:

Siempre que nos reunimos como comunidad, nos saludamos diciendo: en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad: el Dios revelado en Cristo; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo al que dirigimos nuestra alabanza y nuestra acción de gracias. Dios es comunión, comunión de las tres Personas.
Este Misterio nos ayuda y nos anima a nosotros, comunidad cristiana, a modelar nuestra vida, tomando como modelo la vida misma de Dios, viviendo en comunión con Él y con los hermanos.
También pediremos, especialmente, por las comunidades contemplativas, auténticos maestros de la oración, que hoy celebran su día.

Rito del perdón:
  • Señor, porque eres todo misericordia. Señor, ten piedad.
  • Señor, porque eres nuestro Redentor. Cristo, ten piedad.
  • Señor, porque eres el alma de la Iglesia. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

El pueblo de Israel experimenta la presencia cercana de Dios, que es fiel y misericordioso. Jesús nos revela el auténtico rostro de Dios. Él es el Hijo enviado por el Padre al mundo para que el mundo crea en Él y tenga vida. La comunidad cristiana está llamada a reflejar en su vida a Dios Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y a dejarse modelar por ellos. La comunión con este Dios Trinidad es origen y modelo de la unidad, paz, alegría y sentir común dentro de la comunidad.

Lectura del libro del Éxodo

En aquellos días, Moisés madrugó y subió a la montaña del Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra.
El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El Señor pasó ante él proclamando:
«Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad».
Moisés al momento se inclinó y se postró en la tierra.
Y le dijo:
«Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya».

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito tu nombre, santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres en el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.
Saludaos mutuamente con el beso santo.
Os saludan todos los santos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Oración de los fieles:
  • Por la unión de las Iglesias, para que los cristianos dispersos seamos reunidos en la unidad de la Iglesia de Cristo. Roguemos al Señor.
  • Por los gobernantes de todas las naciones, para que promuevan la honradez y la justicia. Roguemos al Señor.
  • Por los no cristianos, para que reconozcan en el Hombre Jesús al Dios vivo y verdadero. Roguemos al Señor.
  • Por los hermanos y hermanas que han recibido en la Iglesia la vocación contemplativa, para que, con su oración y ofrenda de vida, sean fuente de esperanza y desde su fe orante sostengan y acompañen el camino sinodal de la Iglesia. Roguemos al Señor.
  • Por nuestra comunidad parroquial, para que se renueve cada día y encuentre en todas sus actividades la energía necesaria para ser instrumento de Cristo. Roguemos al Señor.
  • Por cada uno de nosotros, para que experimentemos la cercanía del Señor, que nos haga crecer en fe y esperanza. Roguemos al Señor.
Después de la comunión:

Sé que me amas, Señor, y que me hablas,
que, como Padre, ignoras mi desvío,
que te sientes, como Hijo, hermano mío,
que al amor, como Espíritu, me incitas;
que si mancillo mi alma, no lo evitas
imponiendo tu inmenso poderío,
que respetas el don de mi albedrío,
que esperas mi retorno y no te irritas.
No comprendo tu arcano trinitario,
ni la muerte del Hijo en el calvario,
ni su cuerpo glorioso tras la muerte.
Ni comprendo tampoco que me entiendas;
que por salvarme no te duelan prendas,
aunque entiendo que en ello está mi suerte.