Domingo III de Adviento ciclo B

Ambientación inicial

En nuestro caminar por el tiempo de Adviento, se nos invita a levantar la mirada y estar atentos porque el Señor viene, está cerca. Preparar el camino al Señor es nuestra tarea, para ello hay que abrirse al espíritu que nos pide que proclamemos que Jesús llega y él es la luz que nuestro mundo tanto necesita. Ojalá seamos capaces de transparentar esa luz a nuestro alrededor.

Encendido de la tercera vela:

Encendiendo esta tercera vela de color rojo, que refleja el amor incondicional que Dios tiene a la humanidad, queremos simbolizar nuestra entrega al Señor, a su vida y a su proyecto. Queremos tener presentes a tantos hermanos nuestros que en sus vidas están a oscuras. Que esta vela encendida aporte esperanza y amor a todos.

Rito del perdón:

  • Tú, que miras la humildad de tus siervos. Señor, ten piedad.
  • Tú, que colmas a los hambrientos de bienes. Cristo, ten piedad.
  • Tú, que te acuerdas siempre de tu misericordia. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

Isaías, en la primera lectura, nos recordará que el Señor cuenta con nosotros para llevar la Buena Nueva de la salvación a todos, especialmente a los más pobres y necesitados. San Pablo nos invitará a vivir la alegría que se apoya en el cumplimiento de las promesas por parte de Dios. El evangelio nos habla de Juan, el precursor, que anuncia la llegada del Mesías y llama nuestra tención para que sepamos acogerlo.

Lectura del libro de Isaías.

El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres,
para curar los corazones desgarrados,
proclamar la amnistía a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad;
para proclamar un año de gracia del Señor.
Desbordo de gozo en el Señor,
y me alegro con mi Dios:
porque me ha puesto un traje de salvación,
y me ha envuelto con un manto de justicia,
como novio que se pone la corona,
o novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus brotes,
como un jardín hace brotar sus semillas,
así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.

R/.   Me alegro con mi Dios.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones.   R/.

Porque el Poderoso
ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.   R/.

A los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia.   R/.

Primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses.

Hermanos:
Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.
No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno.
Guardaos de toda clase de mal. Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.
El que os llama es fiel, y él lo realizará.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran:
«¿Tú quién eres?».
El confesó y no negó; confesó:
«Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron:
«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».
Él dijo:
«No lo soy».
«¿Eres tú el Profeta?».
Respondió:
«No».
Y le dijeron:
«¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Él contestó:
«Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
Juan les respondió:
«Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Oración de los fieles, respondemos: “Señor, escúchanos”

  • Por todos los que formamos la Iglesia, para que acojamos con sencillez la invitación a preparar el camino del Señor, en nuestras vidas y en la sociedad. Oremos.
  • Por el Papa, por nuestro Obispo y por todos los pastores de la Iglesia, para que acompañen con dedicación el camino de las comunidades cristianas. Oremos
  • Por todos los que sirven a nuestro país desde a política, la administración y los servicios, para que con conciencia desarrollen sus funciones en favor del bien común. Oremos.
  • Por los pobres y todos los que carecen de lo necesario para vivir con dignidad, para que encuenten en los demás y, sobre todo, en la comunidad cristiana, la solidaridad y la ayuda que necesitan. Oremos.
  • Por esta comunidad y por aquellos que no han podido acompañarnos, para que seamos, con nuestras vidas, testigos del amor de Dios y construyamos un mundo en paz donde todos tengamos cabida.  Oremos.

Oración después de la comunión:

Dame, Señor, el don de la alegría,
que canta sin reservas,
la belleza del mundo,
la grandeza del hombre,
la bondad de Dios,

Dame, Señor, el don de la alegría,
que me haga siempre joven,
aunque los años pasen;
la alegría que llena de luz el corazón.

Dame, Señor, don de la alegría,
que colma de sonrisas,
de abrazos y de besos,
el encuentro de amigos, la vida y el amor.

Dame, Señor, el don de la alegría,
que me una contigo,
el Dios siempre presente,
en quien todo converge y en quien todo se inspira.