Domingo XVI del Tiempo Ordinario ciclo A

Ambientación inicial:

Dios nos ha elegido y bendecido. En la Eucaristía que celebramos nos reunimos en su nombre, acogemos su Palabra, nos llenamos de su fuerza y alimento, y renovamos el compromiso de mostrar en la vida a un Padre que cuida de todos y quiere para los suyos la plenitud y la vida. Bienvenidos.

Rito del perdón:

  • Por las veces que nos entregamos sólo a nuestros caprichos que nos aíslan y empobrecen. Señor, ten piedad.
  • Por las veces que contamos sólo con lo nuestro y lo que podemos sacar de los demás, pero sin confiar en ti. Cristo, ten piedad.
  • Porque vivimos apresurados, sin dar tiempo a nada ni a nadie. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

 El bien y el mal conviven y se desarrollan juntos. Es la historia de la vida, la historia de nuestro mundo. Juntos hacen el camino, juntos hacen la vida y juntos llegan a la meta porque juntos caminan. Siempre juntos para que el hombre elija entre el bien y el mal, entre el buen camino y el camino torcido. Y en el trasfondo del trigo y la cizaña, Dios Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos y pecadores.

Lectura del libro de la Sabiduría.

Fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo,
a quien tengas que demostrar que no juzgas injustamente.
Porque tu fuerza es el principio de la justicia
y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos.
Despliegas tu fuerza ante el que no cree en tu poder perfecto
y confundes la osadía de los que lo conocen.
Pero tú, dueño del poder, juzgas con moderación
y nos gobiernas con mucha indulgencia,
porque haces uso de tu poder cuando quieres.
Actuando así, enseñas a tu pueblo
que el justo debe ser humano
y diste a tus hijos una buena esperanza,
porque concedes el arrepentimiento a los pecadores.

Tú, Señor, eres bueno y clemente

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R/

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios». R/.

Pero tú, Señor,
Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste nueva semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados preguntaron:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”
Pero él les respondió:
“No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».
Les propuso otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta».
Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta:
      «Abriré mi boca diciendo parábolas;
      anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo»; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

Oración de los fieles, respondemos:

«Acoge, Señor nuestra oración»

  • Ayúdanos, Padre, a descubrir en la eucaristía el impulso de una experiencia de fraternidad que va a recorrer con nosotros toda la semana. Oremos
  • Ayúdanos, Padre, a mirar la vida, a cambiar todo lo que nos aparta de ti, a vivir en verdadera conversión para seguirte solo a ti. Oremos.
  • Ayúdanos, Padre, a decidir con responsabilidad sobre los que deseamos que guíen el futuro de nuestro país. Oremos
  • Ayúdanos, Padre, a hacernos solidarios con las necesidadesde quienes más sufren, para hacerles presente tu rostro misericordioso. Oremos.
  • Ayúdanos, Padre, a vivir en paz, superando las discordias, viendo en las diferencias un motivo para crecer. Oremos.
  • Ayúdanos, Padre, a vivir en confianza y agradecimiento, sabiendo que todo lo bueno lo recibimos de ti, y que nuestra vida está en tus manos. Oremos.

Después de la comunión:

Hazme ver, Señor, mis fallos y culpas,
los que no veo y los que no quiero ver.
Los stops a tu llamada,
los silencios ante la injusticia,
los talentos que no desarrollo,
la pereza para retomar tu camino,
la alergia a todo esfuerzo,
el miedo a lo nuevo,
el bien que no hago,
esas diarias justificaciones…
Y, también, mis cumplidos por quedar bien,
mis ganas y manejos para ser el centro,
mis críticas ácidas que matan ilusiones,
mi soberbia escondida y su falsa protección,
mis sentimientos mal encauzados.
Ábreme los ojos y el corazón.
Lávame, despiértame y renuévame.