III DOMINGO DE PASCUA

Ambientación inicial:

Todos los cristianos nos reunimos en el día del Señor y celebramos el encuentro con el Resucitado. Él nos invita a sentarnos a su mesa y a participar en el banquete que, según nos dirá el evangelio, nos ha preparado.
Participar en el banquete implica ser testigos del amor del Padre, de su Palabra y de obedecer a él antes que a los hombres, como nos dirá la primera lectura que hoy será proclamada. Bienvenidos.

Rito del perdón: Renovación bautismal y aspersión
  • Tú, que has entregado tu vida por nosotros. ¡Señor, ten piedad!
  • Tú, que nos has devuelto la esperanza. ¡Cristo, ten piedad!
  • Tú, que nos llamas a tu seguimiento. ¡Señor, ten piedad!
Ambientación a la Palabra:

En la primera lectura, Pedro nos recuerda que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El texto del Apocalipsis, confirma que la entrega de Cristo Jesús merece el poder y la gloria. El relato de Juan en el evangelio, nos sitúa de nuevo en el lago y la barca, signos de la Iglesia. El amor, del discípulo amado, percibe la presencia del Resucitado antes que la jerarquía significada en Pedro. Y la jerarquía es interrogada por su amor a Cristo Jesús, para poder pastorear a sus ovejas.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 5, 27b – 32.40b – 41

En aquellos, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no ha dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R./

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana , el júbilo. R./

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R./

Lectura del libro del Apocalipsis

Yo, Juan, miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas y miríadas, y decían con voz potente:
«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza».
Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar —todo cuanto hay en ellos—, que decían:
«Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos».
Y los cuatro vivientes respondían:
«Amén».
Y los ancianos se postraron y adoraron.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ha resucitado Cristo, que creó todas las cosas,
y se ha compadecido del género humano.

Lectura del santo evangelios según san Juan.

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas».
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas»
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez:
«¿Me quieres?» y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
«Sígueme».

Oración de los fieles, respondemos: “Jesús resucitado, escúchanos”
  • Por todos los miembros de la Iglesia, para que seamos conscientes de que nuestra vida es misión y la realicemos en nuestros ambientes. Oremos
  • Para que superemos los miedos y nos abramos al diálogo con el mundo, dispuestos a escuchar, a dialogar, a acoger, a aprender y tendamos puentes con todos. Oremos
  • Para que se imponga la paz en todo el mundo y se respeten los derechos humanos. Oremos
  • Por los excluidos de la mesa común: por los que sufren la precariedad laboral, el desempleo, la falta de trabajo digno, para que sepamos caminar con ellos y sean centro de las preocupaciones de quienes rigen la política y la economía. Oremos.
  • Por todas las familias, para que sean escuela de amor y comunión, escuela de gratuidad y compasión. Oremos.
  • Por todos nosotros, para que hagamos posible que la casa común de toda la humanidad sea espacio de vida y encuentro. Oremos.
Después de la comunión:

Tú, Señor, eres
mas grande que nuestros proyectos,
más alegre que nuestras fiestas,
más profundo que nuestras miradas,
más tierno que nuestras caricias,
más íntimo que nuestra intimidad,
más firme que nuestras convicciones,
más lúcido que nuestras intuiciones,
más cercano que nuestros abrazos,
más hondo que nuestros deseos,
más libre que nuestras decisiones,
más crítico que nuestras sospechas,
más soñador que nuestras utopías.
Por eso quisiéramos dejar
nuestra misión en tus manos
porque es más tuya que nuestra,
y tu timón más fuerte
que nuestra débil barca.