Domingo VI de Pascua ciclo C

Ambientación inicial:

En este sexto domingo de Pascua, el Señor nos recuerda que el que nos eligió para ser sus discípulos nunca nos dejará solos, siempre estará con nosotros. Su presencia nos anima a ser testigos de su amor, para anunciar con alegría y valentía que vale la pena ser cristiano.
Bienvenidos a esta eucaristía, donde como comunidad, renovamos nuestra fe en el Dios que nunca defrauda.

Rito del perdón:

  • Porque te acuerdas de nosotros con misericordia y fidelidad. Señor, ten piedad
  • Porque revelas a las naciones tu salvación. Cristo, ten piedad.
  • Porque limitamos nuestro amor a los que conocemos y nos caen
  • bien. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

La experiencia vivida por las primeras comunidades cristianas hace que el mensaje se extienda por los pueblos y ciudades fuera de Israel. Esta tarea les condujo a conflictos con las nuevas culturas y los nuevos oyentes. Lo mismo que nos ocurre hoy. Pero no estamos solos, el Señor nos invita a vivir en confianza sabiendo que su presencia nos guía y nos fortalece.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

EN aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.
Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas llamado Barsabás y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta:
«Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad.
Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos»

R./. Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.

Lectura del libro del Apocalipsis.

EL ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».

Oración de los fieles:

  • Por la Iglesia, morada de Dios en medio del mundo, para que permanezca a la escucha del Espíritu y atenta a los signos de los tiempos. Roguemos al Señor.
  • Por el Papa y los pastores de la Iglesia, para que dóciles al Espíritu, sepan abrir caminos al Evangelio en esta era histórica de la humanidad. Roguemos al Señor.
  • Por los gobernantes y autoridades, para que promuevan la justicia, el respeto y la solidaridad, construyendo un futuro lleno de esperanza. Roguemos al Señor.
  • Para que sepamos trabajar por la paz en nuestra sociedad tan polarizada, procurando el respeto, el diálogo y la reconciliación. Roguemos al Señor.
  • Por los que más sufren en nuestros pueblos, barrios y ciudades, para que participen de la alegría del Resucitado y esa alegría llegue a ellos en su plenitud. Roguemos al Señor.
  • Por nuestra comunidad, para que crezcamos en los cuidados mutuos y en el conocimiento de lo que necesitamos unos de otros. Roguemos al Señor.

Oración después de la comunión:

Creo firmemente que lo conseguiremos.
Creo firmemente en la humanidad.
Creo que, en la noche oscura del mundo,
aunque algunos se empeñen, amanece la paz.
Me niego a creer que el hombre no pueda.
No pueda un día dar paso al amor,
hacer con su esfuerzo un mundo mejor.
Me niego a creer que el odio y el racismo
no puedan un día dar paso al amor.
Me niego a aceptar las noches de odio,
las noches de guerra, noches de dolor.
Me niego a creer que somos cautivos,
del miedo, el fracaso, de alzar nuestra voz.
Me niego a aceptar noches sin estrellas,
días sin ternura, meriendas sin pan.
Me niego a aceptar que obuses que estallan,
cañones de odio construyan la paz.
Me atrevo a creer en el corazón,
en tardes de abrazos y de primavera.
Pancartas de paz, justicia, ilusión,
se escucha el rumor de una nueva era.