IV Domingo de Pascua

Ambientación inicial:

            Estamos invitados a soñar y a vivir con alegría. Hoy, día del Buen Pastor, es una buena oportunidad para recuperar las ganas de vivir a pesar de tantos problemas sociales, eclesiales y personales. Es tiempo para descubrir que en la vida no caminamos solos y que tenemos un horizonte. Es una oportunidad para llenar nuestros corazones de fiesta. Jesús, es el Buen Pastor, nos acompaña, nos guía, incluso en los días de tormenta.

            Que esta eucaristía nos ayude a recuperar el gozo y la ilusión para seguir a Jesús.

Rito del perdón:

  • Por las veces que no hacemos realidad las palabras de Jesucristo. Señor, ten piedad.
  • Por las veces que no dejamos actuar al Espíritu, te decimos: Cristo, ten piedad.
  • Para que el Espíritu sane nuestras heridas y debilidades, te decimos: Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

El Libro de los Hechos sigue presentándonos los primeros pasos de la comunidad pascual, enraizada en Jesús Resucitado, sostenida y proyectada a la misión por el Espíritu Santo. La carta de san Pedro recoge un título precioso de Jesús al que llama “pastor de nuestras almas”. San juan, en su evangelio, desarrolla la imagen de Jesús como “Buen Pastor”, y como “puerta” por la que todos nosotros accedemos a la salvación.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles

El día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y declaró:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que, al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer hermanos?»
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hace fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa reboza. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos:
Que aguantéis cundo sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios.
Pues para esto habéis sido llamados,
porque también Cristo padeció por vosotros,
dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
Él no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca.
Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban;
sufriendo no profería amenazas;
sino que se entregaba al que juzga rectamente.
Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño,
para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.
Con sus heridas fuisteis curados.
Pues andabais errantes como ovejas,
pero ahora os habéis convertido
al gran pastor y guardián de vuestras almas.

Lectura del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundantemente».

Oración de los fieles, respondemos: “Haznos oír tu voz, Señor”

  • Por la Iglesia, para que sepa guiar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo por caminos de vida plena, auténtica, en justicia e igualdad. Oremos.
  • Por nuestra parroquia, para que, conducidos por Jesús, sepamos reconocer su voz, su palabra y seamos testigos de su mensaje. Oremos.
  • Por los que caminan por este mundo en soledad, en precariedad, en debilidad, en humildad verdadera, para que pongan su confianza en Jesús. Oremos
  • Por todos los educadores, para que el ejercicio de su tarea tenga mayor sentido de servicio y entrega generosa en la construcción de una nueva sociedad. Oremos.
  • Pedimos por las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que llamados por el Señor pongan su vida al servicio de la comunidad. Oremos.
  • Por quienes en nuestras comunidades están llamados a servirlas como el Buen Pastor, para que las amen como el Señor ama a su pueblo. Oremos.

Después de la comunión:

El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes praderas me apacienta,
me conduce hacia fuentes de descanso
y repara mis fuerzas.
Conoce mi corazón y mis entrañas,
mis proyectos e ilusiones;
me guía por caminos de justicia,
me enseña los tesoros de la vida
y silba canciones de alegría,
por el amor de su nombre.
Aunque pase por cañadas oscuras
no tengo miedo a nada,
pues él está junto a mí
protegiéndome de ideologías,
de huecas promesas,
de trampas y enemigos.
Su vara y su cayado me dan seguridad.
Aunque tenga cosas urgentes,
no me agobio ni pierdo la paz,
pues su compañía me da serenidad,
hace inútil el febril activismo
y plenifica mis anhelos y mi ser.
Cada día, con gracia renovada,
pronuncia mi nombre con ternura
y me llama junto a él.
Cada mañana me unge con perfume
y me permite brindar,
cada anochecer,
con la copa rebosante de paz.