IV Domingo de Adviento ciclo A

Ambientación inicial:

Un domingo más se nos invita a prepararnos, personal y comunitariamente, para que el Señor nos encuentre dispuestos a recibirle. Tenemos la esperanza de que nos traiga la paz, que nos muestre el camino para para relacionarnos con las personas diferentes a nosotros y que haga ver la capacidad que tenemos para discernir en comunidad lo que somos, lo que hacemos y lo que necesitamos para mostrar en nuestros ambientes al que viene para ser” Dios con nosotros”, el Enmanuel.

Corona de Adviento:

Al encender la cuarta y última vela, en este último domingo de Adviento, pensamos en José y María, los padres de Jesús. Nadie le esperó con más ansia, con más ternura, con más amor. Tú sembraste en ellos, Señor, como el grano de trigo se siembra en el surco. En sus manos encontraste la cuna más hermosa. Nosotros, como ellos, también prepararnos, Señor, tu llegada, uniendo nuestras manos a las tuyas para que renazca, oh, Dios, el mundo nuevo que tú sueñas y nosotros esperamos.

¡Ven pronto, Señor; ven a salvarnos!

Rito del perdón:

  • Porque nos cuesta implicarnos en las causas justas. Señor, ten piedad.
  • Por no ponernos al nivel de los humildes, de los que no tienen voz. Cristo, ten piedad.
  • Porque miramos en la dirección de los que sobresalen y pasamos de las periferias. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

El profeta Isaías nos dice: que lo que parecía lejano, se acerca, lo que anunciaba como un futuro utópico es una realidad próxima. Dios toma la iniciativa que se plasmará en un pequeño, en la fragilidad de un niño. Ahora, en palabras de San Pablo, seremos nosotros los que anunciemos la Buena Noticia. José, como veremos en el texto evangélico, se pone en manos de Dios, para que sea él quien llegue a los corazones de todos.

Lectura del libro de Isaías

En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:
Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.
Respondió Ajaz:
No lo pido, no quiero tentar al Señor.
Entonces dijo Isaías:
Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y de a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.

Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.

Del Señor es le tierra y cuanto le llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para el Evangelio de Dios, que fue prometido por sus profetas en las Escrituras Santas y se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne, constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos: Jesucristo nuestro Señor.
Por él hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles, para gloria de su nombre. Entre ellos os encontráis también vosotros, llamados de Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados santos, gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes d vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrán por nombre Enmanuel,
que significa «Dios-con-nosotros»». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Oración de los fieles, respondemos: MARÍA, ENSÉÑANOS A CAMINAR
  • Para que aprendamos a mirar la transparencia de Dios en cada acontecimiento, paisaje y vivencia que encontramos en el camino. Oremos.
  • Para que no nos dejemos embotar por lo inmediato y tangible y percibamos el himno de la alegría que nos regala la fe y nos cantan todas las cosas. Oremos.
  • Para que Jesús venga a través de nuestra oración, fraternidad y solidaridad con los más pobres, pequeños y desvalidos. Oremos.
  • Para que no nos dejemos embotar por lo inmediato y lo tangible y vivamos la alegría de la fe. Oremos.
  • Para que el corazón compasivo de José, esposo de María, nos ayude a ser misericordiosos con los demás. Oremos.
  • Por nuestra comunidad parroquial, para que de una forma u otra trabajemos unidos por la justicia. Oremos
Después de la comunión:

Gracias a la generosidad de José y de María
Dios pudo hacerse un sitio entre nosotros.
Muchos hombres y mujeres
preparan sus corazones mirando
a un futuro esperanzador.
Nosotros hemos tenido la suerte
de prepararnos para recibir la Luz.
No podemos mirar la historia del ser humano
sin experimentar que Dios está entre nosotros.
El amor de Dios se hace todos los días realidad
cuando lo transmitimos.
Somos lo que damos.
¡Gracias, señor!