Domingo II de Pascua ciclo B-2024

Ambientación inicial:

Celebramos el segundo domingo de Pascua. El Señor ha resucitado, está en medio de nosotros y nos regala el don de una Vida Nueva, aunque a veces nos cueste creerlo. El ser humano necesita pruebas para vivir, como le pasó a Tomás, quiere ver y palpar una realidad que se nos escapa. Pero Jesús llama bienaventurados a todos aquellos que crean sin haber visto. Bienvenidos a celebrar la fe en Jesús de Nazaret, que nos ha convocado a esta celebración y que siempre camina a nuestro lado.

Rito del perdón:
  • Por las veces que el miedo nos paraliza y acobarda. Señor, ten piedad.
  • Por no vivir con el corazón alegre y estar tristes y apagados. Cristo, ten piedad.
  • Por las veces que pensamos que sólo las cosas materiales dan la felicidad. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

En la primera lectura, San Lucas nos resume los dos aspectos de vida fundamentales para el cristiano: el anuncio de la resurrección de Cristo y la vida en comunidad. La Carta de san Juan nos da las claves para que nuestra vida comunitaria responda al seguimiento de Jesús. El evangelio nos presenta las apariciones de Jesús a sus discípulos y el regalo de la Paz y del Espíritu Santo.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonios de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesidades, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de moriré, viviré,
para contar las hazañas del Señor,
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

La piedra que rechazaron los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardamos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Porque me has visto, Tomás, has creído
—dice el Señor—;
bienaventurados los que crean sin haber visto. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Tomás contestó:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre

Oración de los fieles:

  • Por todo el pueblo de Dios: el Papa, los Obispos, los sacerdotes, los consagrados y los laicos, para que este tiempo de Pascua sea la ocasión para poner a Jesús en el centro y superemos los miedos y cobardías y nos mostremos como testigos de alegría, reconciliación y paz. Roguemos al Señor.
  • Por quienes desempeñan responsabilidades políticas, para que superen intereses personales y de partido y trabajen por el bien común, promoviendo el desarrollo de los pueblos. Roguemos al Señor.
  • Por los que sufren las consecuencias de la guerra, la enfermedad, el hambre y toda clase de injusticia, para que encuentren en los cristianos alivio a sus sufrimientos. Roguemos al Señor.
  • Pedimos por todos los que trabajan buscando el bien de los demás, para que el Padre de todo bien les motive, les ayude y proteja en su entrega. Roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que, como comunidad creyente, pongamos a Jesús en el centro, nos fortalezcamos mutuamente en la fe y nos sintamos impulsados a vivir el amor hasta el extremo. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión:

Jesús resucitado,
que sienta la paz que me muestras y derramas
en cada instante de mi vida.
Esa Paz que no puede dar el mundo.
Que no se cierren mis puertas por el miedo.
Que me aferre al Espíritu que me regalas,
para vivir intensamente
el compromiso de sentirme mirado por ti,
amado por ti, llamado por ti, enviado por ti.
Señor mío y Dios mío,
perdona mis debilidades, mis dudas mis temores,
porque aun siendo a veces como Tomás,
deseo buscarte, estar contigo,
escucharte, servirte…
Porque, aunque me encierre en mis silencios
o en mis ruidos,
en mis comodidades o en mis ocupaciones….
Tú sabes cómo entrar en mi vida,
cómo hacerla distinta,
como insuflar aire en mis vacíos.
Que la fuerza de la Resurrección me alcance,
impulse mi Fe, mi permanencia en Ti
y aliente mi compromiso por servirte.