Domingo IV de Adviento ciclo B

Ambientación inicial:

Dios elige a los pequeños a los vulnerables, y sin embargo a través de ellos y de sus historias, se va filtrando, como el agua entre los dedos, la historia de la salvación. Hoy, la liturgia nos presenta a David y a María para que al igual que ellos, aquellos que no cuentan en nuestro mundo, hagamos que cuenten.

Saludo del sacerdote

Encendido de la cuarta vela:

Encendiendo esta cuarta vela queremos manifestar el anhelo de que tu casa, esa que vas a construir en nuestra historia, permanezca para siempre en medio de nosotros. Deja que tu Palabra nos ilumine y seamos capaces de hacerla carne en nuestra vida como lo hizo María con su “fiat”.

Rito del perdón:
  • Tú, que vienes a construirnos una casa. Señor, ten piedad.
  • Tú, que revelas en plenitud la Escritura. Cristo, ten piedad.
  • Tú, que nos llamas a ser parte activa de tu Historia de Salvación. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

La primera lectura y el evangelio ponen de relieve dos promesas nada banales: la consolidación del árbol genealógico de Jesús de Nazaret y la promesa de un hecho inaudito: que Dios decida encarnar a su Hijo para que podamos experimentar hasta dónde nos quiere y que sea una voz humana la que nos diga, de parte de Dios, que somos amados por pura gracia del Padre de Jesucristo.

Lectura del segundo libro de Samuel

Cuando el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda».
Natán dijo al rey:
«Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo».
Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán:
«Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía?
Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa.
En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo.
Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre”».

R/.   Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.   R/.

«Sellé una alianza con mí elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades».   R/.

«Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable».   R/.

Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe;
a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

Oración de los fieles, respondemos: “VEN, SEÑOR JESÚS”

  • Para que, como María, la Iglesia sea fiel cumplidora de la voluntad de Dios y acompañe a todos los cristianos en su camino de fe y encuentro con el Señor de la vida. Oremos.
  • Pedimos por los responsables de las naciones, para que busquen el bien común y desarrollen políticas que dignifiquen la vida de sus ciudadanos, en especial de los más débiles y vulnerables. Oremos.
  • Pedimos por cada uno de nosotros, para que no dejemos de ser sensibles ante el sufrimiento y el dolor que sufre nuestro prójimo, y hagamos la parte que está en nuestras manos. Oremos.
  • Para que la Buena Noticia que esta noche resonará en nuestra tierra penetre las entrañas del mundo del amor que nos trae Jesús haga renacer la esperanza, la paz y el bien. Oremos. 
  • Para que la llegada del Enmanuel subsane divisiones en las familias, dé paz a los corazones heridos por el odio, fortalezca a los enfermos y a quienes nos han dejado y está ya con el Padre. Oremos.

Oración después de la comunión:

Danos tiempo, Señor, danos tiempo.
Tiempo para pensar y meditar
el misterio del universo
y contemplar el prodigio de la naturaleza.
Tiempo para acoger lo maravilloso que hay en la vida,
los colores de la aurora y el silencio de la noche,
los encuentros, las palabras, los rostros, las miradas.
Tiempo para sentirnos responsables de los otros,
de todo lo nuevo que podamos prender,
para no caer en soledad.
Tiempo para escuchar la Palabra,
para sentir y acoger la alegría de una sonrisa.
Tiempo para amar y ser amado,
para perdonar y ser perdonado,
para consolar y volvernos a alegrar y para sentirnos vivos.