DOMINGO XXIV CICLO B

Ambientación inicial:

Un domingo más nos reunimos para celebrar la Eucaristía, escuchar la Palabra y profundizar en su mensaje. Sabemos muchas cosas de la vida de Jesús, pero lo que necesitamos, de verdad, es experimentar a Jesús, encontrarnos con Él. No hagamos de la Eucaristía una rutina, aprovechémosla como un momento especial de encuentro con el Señor y con los hermanos. Bienvenidos.

Rito del perdón:

  • Por todas las veces que hemos desconfiado de Dios. Señor, ten piedad.
  • Porque muchas veces hemos convertido nuestra vida de fe en algo rutinario y tedioso. Cristo, ten piedad.
  • Por las ocasiones de hacer el bien al prójimo que hemos perdido. Señor, ten piedad.

Ambientación a la palabra:           

La primera lectura insiste en la idea de que “El Señor Dios siempre me ayuda”, el salmo repetirá esta idea de que Dios se inclina ante nuestras necesidades y nos ayuda en el peligro. En la segunda lectura el apóstol Santiago da un toque de atención a una fe alejada de la vida de las personas; fe y obras deben ir unidas. El Evangelio plantea la gran pregunta, la única pregunta: ¿Quién es Jesús?

Lectura del libro de Isaías.

EL Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Mi defensor está cerca,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos,
¿quién me acusará?
Que se acerque.
Mirad, el Señor Dios me ayuda,
¿quién me condenará?

R. Caminaré en presencia del Señor
     en el país de los vivos.

V. Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R.

V. Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida». R.

V. El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.

V. Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos. R.

Lectura de la carta del apóstol Santiago.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe?
Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?
Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro.
Pero alguno dirá:
«Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe».

Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

EN aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?».
Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?».

Oración de los fieles:

  • Por la Iglesia y todos sus miembros, para que, descentrados de nosotros, seamos siempre anuncio y testimonio de Jesucristo. Roguemos al Señor.
  • Para que las personas que viven un ambiente de superficialidad sean capaces, en algún momento, de hacerse las últimas preguntas sobre el sentido de la vida. Roguemos al Señor.
  • Por las personas que se declaran agnósticas o ateas, para que, abiertas al hondo sentido de lo humano, vivan en coherencia y honradez con su conciencia. Roguemos al Señor.
  • Por los catequistas y catecúmenos, para que superada la fe sociológica, hagan, seriamente, el proceso de una fe personalizada. Roguemos al Señor.
  • Por los refugiados, los inmigrantes, los enfermos y los que se sienten solos, para que encuentren empatía y cercanía en los que nos llamamos sus hermanos. Roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros, para que sea el testimonio de una vida coherente lo que provoque en otros la pregunta sobre Jesús. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

Por los caminos del mundo
       Tú has pasado diciendo la verdad.
Por los caminos de la tierra
       Tú has sido peregrino y mensajero del Padre.
Por los caminos de la historia
       Tú has estado atento a los signos de los tiempos.
Por los caminos de los pobres
       Tú has hecho la voluntad el Padre.
Por los caminos de Dios
       Tú has ido al encuentro de todos, hijos y marginados.
Por los caminos de la periferia
Tú has anunciado la Buena Noticia.
Por los caminos de los hermanos
       Tú has hecho el camino hacia el Padre.
Por los caminos de la vida
       Tú has hecho tu propio camino.
Por tus caminos, llévame, Señor.