Festividad de todos los santos

Ambientación inicial:

Todos los cristianos estamos llamados a la santidad. El Bautismo nos hace radicalmente santos a todos los que lo hemos recibido. Santos son todos aquellos que, desde su estado y condición, vivieron el amor a Dios y al prójimo en toda su plenitud.
La Iglesia nos propone gozosa “los mejores hijos de la Iglesia” para que en ellos encontremos ejemplo y ayuda para nuestra debilidad. Ellos constituyen la asamblea festiva que alaba a Dios eternamente en la Ciudad Santa, la Jerusalén celeste.

Rito del perdón:

  • Por las veces que no asumimos, con todas las consecuencias, la construcción del Reino de Dios. Señor, ten piedad.
  • Porque no vivimos la alegría y la felicidad que se nos promete en las bienaventuranzas. Cristo, ten piedad.
  • Por las veces que dejamos en la cuneta de la vida a las personas más vulnerables. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

Sólo el encuentro personal con el crucificado resucitado nos permite desarrollarnos como personas libres y felices para llevar adelante el proyecto del Reino de Dios: un mundo más fraterno y más justo y solidario.

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente levando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles:
«No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios».
Oí también el número de los sellados ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel
Después de esto vi una muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmes en sus manos.
Y gritan con voz potente:
«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».
Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén».
Y uno de los ancianos me dijo:
«Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?».
Yo le respondí:
«Señor mío, tú lo sabrás».
Él me respondió: «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».

R. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

QUERIDOS hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce por que no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Oración de los fieles:

  • Por la Iglesia, para que, en medio de tantas dificultades, se mantenga fiel al Señor Jesús. Roguemos al Señor.
  • Por los que eligen ser pobres y son perseguidos por causa de la justicia, para que disfruten, ya en la tierra, de las semillas del Reino. Roguemos al Señor.
  • Para que caminemos convencidos de que nuestro bautismo nos impulsa a todos a vivir en santidad. Roguemos al Señor.
  • Para que, animados a seguir   el impulso de las bienaventuranzas, nos atrevamos a vivir con talante de servicio y acogida a las necesidades de todos los hombres. Roguemos al Señor.
  • Por los que tiene hambre y sed de justicia, para que caminen por la vida sanando a las personas heridas. Roguemos al Señor.

Después de la comunión:

Lo he visto en la tele.
Lo he oído en la calle.
Nadie sabía quién era;
nunca se habló de ella,
cómo la iban a buscar ahí,
si toda la gente pensaba
que era alguien de fuera.
Pero, esa persona se acercó
al que pedía limosna en la puerta del supermercado,
a la abuela que iba cargada con muchas bolsas,
a la madre que no conseguía consolar a la criatura,
a los abuelos que tomaban el sol en el parque,
a las mujeres que estaban protestando por el mal trato.
Y comenzó a conocerlo,
le ayudó a llevar la carga,
acarició a la que lloraba,
a escuchar sus historias
y a protestar con ellas.
Y, como sin querer, se hizo prójimo,
servidor, cuidador y preparó una fiesta para todas esas personas.