Inmaculada Concepción de María

Ambientación inicial:

La solemnidad de la Inmaculada Concepción se enmarca dentro del tiempo de Adviento. María, la mujer llena de gracia, pronuncia un “SÍ” al plan salvífico de Dios. Ella es el modelo de cómo esperar al Señor, y nuestro mejor modelo de oración, entrega, esperanza, vigilancia. Ella es el comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura. Ella nos lleva de la mano al encuentro del Salvador. Ella nos dará en Navidad el cordero inocente que quita el pecado del mundo.

Rito del perdón:
  • Tú, que miraste la humildad de María. Señor, ten piedad.
  • Tú, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado. Cristo, ten piedad.
  • Tu, que habitas en nosotros. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

La primera lectura nos recuerda que, tras el pecado del hombre, Dios anuncia que vendrá una nueva mujer, una nueva Eva, cuya descendencia aplastará la cabeza del maligno. Esta mujer, esta nueva Eva será María, a la que vemos en el evangelio, que a pesar de la turbación que experimenta ante aquella palabra misteriosa, permanece disponible a la fe y a la obediencia a la Palabra de Dios.

Lectura del libro del Génesis

Después que Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo,
porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
Ella respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidades entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza
cuando tú la hieras en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

R/.   Cantad al Señor un cántico nuevo,
        porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.   R/.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.   R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.   R/.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los Corintios

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos,
para alabanza de la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él hemos heredado también,
los que ya estábamos destinados por decisión
del que lo hace todo según su voluntad,
para que seamos alabanza de su gloria
quienes antes esperábamos en el Mesías.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

EN aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

Oración de los fieles, respondemos:

SEÑOR, LLÉVANOS A TI POR MEDIO DE MARÍA.

  • Por la Iglesia, para que sea signo para todo el mundo de que Dios quiere estar cerca de su pueblo. Oremos.
  • Por nuestro mundo, que está en urgente necesidad paz, para que se vea libre de la guerra y de todo tipo de violencia, del hambre y del pecado. Oremos. 
  • Por aquellos que no se sienten bien acogidos, los que padecen cualquier tipo de exclusión… para que en las comunidades cristianas encuentren siempre acogida y amor. Oremos.
  • Por las familias cristianas, para que estén unidas en el Señor; por nuestros jóvenes, para que les ofrezcan un futuro en el que creer; por los niños huérfanos y abandonados, para que sepamos darles amor, cariño y seguridad. Oremos.
  • Por nuestra comunidad parroquial, para que, como María, demos testimonio de nuestra fe en la vida diaria. Oremos.
  • Por nuestras comunidades cristianas, para que sean centros de alegría y esperanza; y para que su espíritu de servicio dé testimonio de la presencia de Cristo. Oremos.

Después de la comunión:

Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestro mundo,
nos acogemos con confianza y amor.
Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos
no nos encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños
no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre la vida humana.
Eres toda belleza, María.
En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.
Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza de la esperanza dirija nuestros pasos,
que el amor inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor,
fuente de la verdadera alegría.