Domingo XXXII del Tiempo Ordinario ciclo B
Ambientación inicial:
Bienvenidos a la fiesta de este domingo, que tiene un sabor especial, ya que celebramos el Día de la Iglesia Diocesana, nuestra familia espiritual; y se nos invita a ser agradecidos por el don de la Iglesia y por tantas personas que realizan montón de labores en la Diócesis de Madrid y en cada una de las parroquias que la forman. Que como Jesús sepamos mirar lo que otros no ven o no quieren ver. Hoy seremos testigos de la generosidad llevada al límite por dos viudas que se fiaron de Dios y fueron capaces de entregar todo lo que tenían para vivir.
Rito del perdón:
- Tú, que has venido a ofrecer la salvación para todos. Señor, ten piedad.
- Tú, que nos has regalado el don de la fe. Cristo, ten piedad.
- Tú, que nos llamas a vivir la fe en comunidad. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
Sólo el amor engendra la maravilla de recuperar la vida, cuando somos capaces de entregarla plenamente al que tenemos al lado en la vida de cada día. Así lo hacen los que escuchan la Palabra de Dios de verdad y son consecuentes hasta el final, porque la llamada de Jesús es a darse uno mismo, dar la persona, el don total, hasta el extremo, como Él.
Lectura del libro de los Reyes
En aquellos días, se alzó el profeta Elías y fue a Serepta.
Traspasada la puerta de la ciudad en el momento en el que una mujer viuda recogía por allí leña.
Elías la llamó y le dijo:
«Tráeme un poco de agua en el jarro, por favor, y beberé».
Cuando ella fue a traérsela, él volvió a gritarle:
«Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan».
Ella respondió:
«Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; solo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos».
Pero Elías le dijo:
«No temas. Entra y haz como has dicho, pero antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel:
“La orza de harina no se vaciará
la alcuza de aceite no se agotará
hasta el día en que el Señor conceda
lluvias sobre la tierra”».
Ella se fue y obró según la palabra de Elías, y comieron él, ella y su familia.
Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó, según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías.
Alaba, alma mía, al Señor.
El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los humildes. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sion, de edad en edad. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos
Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mucho. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía:
«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo:
«En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Oración de los fieles:
- Pedimos por la Iglesia Diocesana y por nuestra comunidad, para que huyan de todo paternalismo, de todo autoritarismo, de cualquier tipo de abuso. Roguemos al Señor.
- Para que los administradores de lo público dejen de aparentar con sus actitudes de poder y se dediquen a servir. Roguemos al Señor.
- Por todos los ciudadanos para que superando todo tipo de enclasamiento al que lleva el dinero, el poder y la cultura, se dejen llevar por el dinamismo de la fraternidad universal. Roguemos al Señor.
- Para que aprendamos a dar y a darnos a nosotros mismos en favor de los hermanos más necesitados. Roguemos al Señor.
- Por las personas que sufren la locura de la violencia, de la guerra, del hambre, para que hallen solidaridad y comprensión en las personas de buena voluntad. Roguemos al Señor.
- Por los hermanos fallecidos y por todos los que están sufriendo las consecuencias de la dana, para que encuentren toda la ayuda y solidaridad que necesitan, ahora y en el futuro. Roguemos al Señor
- Por los enfermos y las personas que los acompañan, cuidan y sostienen. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión:
Yo sé, Señor, que doy muy poca cosa
cuando doy de lo que tengo,
porque solo cuando doy algo de mí mismo
es cuando realmente doy.
Porque, ¿qué cosas son las que atesoro
sino cosas que poseo solo por miedo
a no tenerlas el día de mañana.
Yo sé que hay quienes dan con alegría
y esa misma alegría es su propio premio.
Y sé que hay quienes lo hacen con dolor,
y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no conocen su dolor
ni buscan su alegría ni son conscientes de haber dado.
A través de sus manos estás hablando Tú,
Señor del amor total y del servicio,
y a través de sus ojos
eres Tú quien sonríe sobre la tierra.
Haznos, Señor, como Tú,
profesionales voluntarios del don y del servicio.