Solemnidad de Pentecostés

Ambientación inicial:

Bienvenidos a esta celebración del domingo de Pentecostés, día en el que recordamos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María. Hoy, como comunidad, nos reunimos en oración para recibir la fuerza de ese Espíritu que nos da esperanza y nos impulsa a ser testigos del Evangelio en el mundo.
Si tenemos esperanza es porque el Espíritu está actuando en nosotros, es Dios quien nos la regala. Abramos nuestro corazón a esta gracia. Que este Pentecostés sea para nuestra comunidad impulso, ánimo y fortaleza.

Rito del perdón:

  • Señor, Tú que enviaste el Espíritu Santo para consolarnos. Señor, ten piedad.
  • Cristo, Tú que nos das la esperanza de la vida nueva por medio de tu Espíritu. Señor, ten piedad.
  • Señor, Tú que nos llamas a vivir en unidad y amor, fortalece nuestra comunidad. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

Gracias al Espíritu el Evangelio no ha podido ser silenciado; sigue vivo e iluminando a las personas. Los apóstoles reunidos con María en oración recibirán el Espíritu que cambiará su corazón y hará de ellos testigos del Evangelio. Gracias al Espíritu la diversidad quedará integrada en la unidad. El Espíritu es el continuador de la obra de Jesús; nos recuerda Pablo que confesar que Jesús es el Señor, sólo es posible en el Espíritu Santo.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

R/. Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios

HERMANOS:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

SECUENCIA

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Lectura del santo Evangelio según san Juan.

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Oración de los fieles, respondemos: “VEN, ESPÍRITU SANTO”

  • Por la Iglesia, para que, impulsada por el Espíritu, esté atenta a las realidades humanas, haga suyas las alegrías y sufrimientos de los hombres, y sepa dar respuesta desde el Evangelio. Oremos.
  • Por los gobernantes y autoridades, para que guiados por el Espíritu de sabiduría, trabajen por la paz y el bienestar de todos los pueblos. Oremos.
  • Por todos los pueblos con su diversidad de culturas, para que el Espíritu Santo abra sus corazones al Evangelio. Oremos.
  • Por nuestro mundo, sujeto a cambios profundos y rápidos, para que el Espíritu Santo, que abarca la historia humana, promueva la esperanza de un futuro mejor. Oremos.
  • Por la Acción Católica y todos los movimientos laicos de la Iglesia, para que, renovados por el Espíritu Santo, mantengan su compromiso de vida como testimonio de la presencia del Espíritu. Oremos.
  • Por todos nosotros, para que iluminados por el Espíritu Santo, demos testimonio de nuestra fe, y hagamos realidad los sueños de Dios de un mundo fraterno y mejor. Oremos.

Oración después de la comunión:

Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en nuestro mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.