Domingo XXVI del Tiempo Ordinario ciclo B

Ambientación inicial:

Bienvenidos a celebrar la Eucaristía en el Día del Señor. Estamos convocados por la Palabra de Jesús. Queremos ser dóciles a su Espíritu, sin encerrarlo ni monopolizarlo. Que Él vaya haciendo de nosotros cada día sus discípulos, amigos y testigos, viviendo la acogida, el testimonio, la caridad fraterna con todos. Hoy la Iglesia celebra el Día del Migrante y Refugiado y nos recuerda que no podemos excluir a nadie, sino acoger a todos porque formamos la gran familia de los hijos de Dios.

Rito del perdón:
  • Porque nos cuesta reconocer la presencia y la acción del Espíritu en los demás. Señor, ten piedad.
  • Por las veces que escandalizamos con el mal que hacemos y el bien que dejamos de hacer. Cristo, ten piedad.
  • Por las veces que nos despreocupamos de las necesidades y sufrimientos de los demás. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:

Dios envía su espíritu sobre quien quiere. Moisés sabe reconocer esta manera de ser de Dios y ayuda al pueblo a respetar esa manera de actuar. El apóstol Santiago recrimina el origen y el uso injusto e insolidario de los bienes y riquezas. Jesús invita a ver los signos del Reino en otras personas. Reprende a los que se escandalizan por ello.

Lectura del libro de los Números

En aquellos días, el Señor bajó en la Nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. En cuanto se posó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar. Pero no volvieron a hacerlo.
Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque eran de los designados, no habían acudido a la tienda. Pero el espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el campamento.
Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:
«Eldad y Medad están profetizando en el campamento».
Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
«Señor mío, Moisés, prohíbeselo».
Moisés le respondió:
«¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el espíritu del Señor y profetizara!»

R/.      Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y eternamente justos. R/.

También tu siervo es instruido por ellos
y guardarlos comporta una gran recompensa.
¿Quién conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta. R/.

Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré limpio e inocente
Del gran pecado.

Lectura de la carta del apóstol Santiago.

Atención, ahora, los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima.
Vuestra riqueza está podrida y vuestros trajes se han apolillado.
Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego.
¡Habéis acumulado riquezas… en los últimos días!
Mirad, el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que vosotros habéis retenido, está gritando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor del universo.
Habéis vivido con lujo sobre la tierra y os habéis dado a la gran vida, habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza. Habéis condenado, habéis asesinado al inocente, el cual no os ofrece resistencia.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

En aquel tiempo, Juan dio a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”. Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

Oración de los fieles:
  • Para que hagas brotar siempre en tu Iglesia, profetas que la liberen de todo tipo de presiones e intereses. Roguemos al Señor.
  • Para que todos los que tienen poder y fuerza política se atrevan a trabajar honradamente por la justicia y la vida digna de los más débiles. Roguemos al Señor.
  • Por los laicos, para sean conscientes del papel profético que tienen dentro de la Iglesia y cese el monopolio clerical Roguemos al Señor.
  • Por los que se ven obligados a dejar sus países de origen y emigrar a otros lugares, para que sepamos acoger, proteger e integrar desde la caridad fraterna y la preocupación por su futuro. Roguemos al Señor.
  • Por todos los hombres y mujeres de la tierra, para que descubramos que todo lo que poseemos debe favorecer el desarrollo y el cuidado de la vida humana. Roguemos al Señor.
  • Por nuestra comunidad, para que centrados en Cristo tomemos conciencia de nuestra identidad y misión de discípulos. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión

Te doy gracias, Dios, Padre,
porque nos has creado diferentes los unos de los otros.
Nuestros rostros tienen todos los colores,
tu luz se refleja en esta variedad.
Te doy gracias porque nos has dado lenguas distintas
que expresan la gozosa diversidad de la vida
y hablan de ti de mil maneras.
Mi hermano es distinto de mí y esto es bueno. 
Esta diferencia me obligará a esforzarme para entenderlo,
y le obligará a él a esforzarse para entenderme a mí,
y esto nos hará crecer a los dos.
Te alabo, Señor, porque nos podemos descubrir unos a otros
Y podemos vivir la alegría de encontrarnos;
Porque podemos compartir lo que somos y ofrecernos mutuamente.
Y por encima de todo te doy gracias
porque Tú eres nuestra unidad.
Tú estás presente encada hombre y en cada mujer,
en cada país y en cada ciudad, en cada pueblo y en cada barrio,
en cada lengua y en cada color de la piel.
Tú eres Dios, y nos unes en Jesús, tu Hijo,
Hermano de cada uno de nosotros.