Viernes Santo ciclo B-2024

Ambientación inicial:

Hoy, Viernes Santo, en esta austera pero significativa celebración hacemos memoria de la Pasión y muerte de Jesús. Aunque sea una realidad que celebramos año tras año, no resta un ápice al conmovedor e incluso indignado sentimiento que nos brota ante el injusto juicio, la tortura y el asesinato cruel de un inocente, Jesús de Nazaret. En medio de ese dolor ponemos junto a la cruz, con un silencio sagrado, a tantas víctimas inocentes que sufren injustamente la violencia, el acoso, la pobreza o la huida de su propia tierra.

Ambientación a la Palabra:

Dios construye la vida donde, aparentemente, sólo hay condena y muerte. Jesús es el siervo injustamente condenado, que siendo vejado ora por los pecadores; que estando herido sana a todos. Es la paradoja del misterio salvador de Dios. Desde entonces, al contemplar su profunda humanidad y su solidaridad con el ser humano sabemos, por la fe, que Él es el camino que nos conduce hasta Dios Padre. “Todo se ha cumplido” dirá Jesús antes de morir. Con estas palabras, Jesús manifiesta que toda su vida ha sido una vida de entrega obediente a la voluntad salvífica del Padre. Con este cumplimiento, la salvación de Dios es una realidad que alcanza a toda la humanidad.

LECTURA DEL PROFETA ISAÍAS

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.
Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,
así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,
al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas
cada uno siguiendo su camino;
y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, ni justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,
aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.
Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,
él tomó el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

R/.      Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás              R/.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado
como a un cachorro inútil.   R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.  R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
Sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.           R/.

Carta a los Hebreos

Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
«¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
† «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar.  Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
† «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
† «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho:
«No he perdido a ninguno de los que me diste.»

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar.  Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
† «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
† «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.»

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

† «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»

C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»

C. Él dijo:

S. «No lo soy.»

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó:

† «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he yo dicho.»

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»

C. Jesús respondió:

† «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»

C. Él lo negó, diciendo:

S. «No lo soy.»

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. «¿No te he visto yo en el huerto con él?»

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua.

Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»

C. Le contestaron:

S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»

C. Pilato les dijo:

S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»

C. Los judíos le dijeron:

S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:

† «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

C. Pilato replicó:

S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

C. Jesús le contestó:

+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

C.  Pilato le dijo:

S. «Entonces, ¿tú eres rey?»

C. Jesús le contestó:

† «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

C. Pilato le dijo:

S. «Y, ¿qué es la verdad?»

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»

C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido.

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. «¡Salve, rey de los judíos!»

C. Y le daban bofetadas.

     Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. «Eh aquí al hombre.»

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»

C. Los judíos le contestaron:

S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios.»

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. «¿De dónde eres tú?»

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»

C. Jesús le contestó:

† «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César.»

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. «He aquí a vuestro rey.»

C. Ellos gritaron:

S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. «No tenemos más rey que al César.»

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

C. Tomaron a Jesús, y cargando el mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.»

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. «No escribas: «El rey de los judíos», sino: «Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos”.»

C. Pilato les contestó:

S. «Lo escrito, escrito está.»

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca.»

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:

† «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
† «Ahí tienes a tu madre.»

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:

† «Tengo sed.»

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca de Jesús. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

† «Está cumplido.»

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron.»

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Monición a la oración universal:

Hoy, ante Jesús que da la vida por la humanidad entera, nuestra oración debe ser más intensa, para que a todos llegue la vida que nace de la cruz. Unámonos pues, ahora, en oración universal en la que nadie quede excluido; traemos a la oración la vida de cada uno de nuestros hermanos, en especial la de aquellos que más sufren.

1.- Por la Iglesia.

Oremos hermanos, por la Iglesia, para que el Señor le dé su Espíritu, por el papa Francisco, por los pastores y agentes de pastoral, por todos los miembros del pueblo de Dios, para que el Señor nos conceda vivir y perseverar en la vocación a la que hemos sido llamados. (Silencio)

Sacerdote: No olvides, Señor, echar tu mirada compasiva sobre esta Iglesia tuya para que, juntos, trabajemos por el Reino de forma humanizadora y generosa. Por Jesucristo nuestro Señor.

2.- Por la unidad de los cristianos y creyentes

Oremos por todos los que creemos en Cristo, para que haciendo del Evangelio nuestra norma de vida, caminemos con decisión hacia la unidad, para que todos formemos un solo rebaño bajo un solo pastor conforme al deseo del Señor. Oremos también por los creyentes de otras religiones y culturas, para que todos seamos signo de paz y de fraternidad en nuestro mundo. (Silencio)

Sacerdote: Que descubramos, Padre, por el diálogo, que cada tradición tiene su tesoro. Y que en el diálogo te hagamos a ti presente entre nosotros como semilla de luz y verdad que oriente nuestras búsquedas. Por Jesucristo nuestro Señor.

3.- Por los no creyentes

Oremos por los hombres y mujeres que no creen en Dios, para que siendo fieles a su conciencia, la honradez y coherencia de sus vidas les haga descubrir que Dios no está lejos de ellos y que Dios-Creador y Padre se comunica siempre con sus criaturas y con sus hijos. (Silencio)

Sacerdote: Tú, Padre, no eres el Dios de unos pocos sino el Padre de todos. Aunque algunos de ellos no crean en ti, tú sí crees en ellos. Que su postura no creyente nos ayude a nosotros a purificar nuestra fe y nos fuerce a un verdadero testimonio de ti con nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor.

4.- Por los gobernantes

Oremos para que en todos los países sean elegidos como gobernantes, hombres y mujeres íntegros, que deseen servir a la sociedad, y así podamos conocer progresos importantes en la práctica de los Derechos Humanos, de la justicia y de la paz en el interior de cada país y en el mundo entero. (Silencio)

Sacerdote: Que sean las personas, Señor, y el bien común, el centro de toda la acción política. Que desaparezcan los ciegos partidismos, la corrupción y la mentira. Que la vida política sea realmente un servicio y una fuente de autoridad. Por Jesucristo nuestro Señor.

5.- Por los pobres y los que sufren

Oremos para que Dios nuestro Señor, ilumine nuestra inteligencia y reafirme nuestra voluntad para erradicar las causas del hambre, verdadero azote de la humanidad. Le pedimos ser solidarios con todas las víctimas de las guerras y de toda forma de violencia. Recordamos ante el Señor a todos los perseguidos injustamente, a los que no tienen trabajo, a los niños explotados, a los excluidos de nuestra sociedad, para que la salvación de Jesucristo se haga presente en todos ellos

Sacerdote: Dios, Padre nuestro, Padre de la vida, danos la misericordia que brota de tu Espíritu para que sepamos ayudar a tantos hombre y mujeres, niños y niñas, a salir de los abismos del dolor en cuyas cruces sigue muriendo, hoy, Cristo, tu Hijo. Danos entrañas de misericordia y fortaleza para la justicia. Por Jesucristo nuestro Señor.

6.- Por quienes sufren la guerra

Oremos por todos los que sufren los desastres de la guerra y por los que las provocan: Para que Dios Padre que desea el bien de todos sus hijos cambie el corazón de los violentos, dé esperanza a los humillados y abatidos y solidaridad a las personas de buena voluntad.

Sacerdote: Oh, Dios, que creas la paz y en ella te complaces; que conocerte es vivir y servirte es reinar; recuerda que tu Hijo es la misma paz e hizo desaparecer con su sangre nuestros odios; atiende nuestros ruegos, mira con misericordia nuestros males y haz que llegue la paz a todos los rincones de la tierra. Por Jesucristo nuestro Señor.

A la adoración de la Cruz

Cuando te acerques a la cruz para dorarla, pon a sus pies la cruz que no puedes soportar, la que te es piedra de tropiezo para vivir y dar sentido a tu vida.
Pon, ahí, también las cruces de los demás, especialmente de los que están “tirados” en la sorillas de los caminos que tú conoces. Ponles rostro.
Hagamos de la Cruz nuestra fortaleza y nuestra sabiduría para vivir y comunicar, en medio de nuestro mundo, el evangelio de la alegría y del amor.

Antes de la comunión

Jesús es para siempre, pan y vino. Sembrado en la tierra de los hombres, sus   hermanos, ha crecido entre ellos, lleno de gracia y de verdad; llegada la hora de la siega y la vendimia, se ha entregado para la vida del mundo. Su vida, triturada y molida como los granos de trigo, pisoteada como las uvas de la vid, es pan y bebida de salvación, que quitan el hambre y calman la sed. Comamos y bebamos de Él. Comulguemos con Él y, como enviados suyos, seamos en medio de la vida pan y vino para nuestros hermanos.

Despedida:                
Hermanos y hermanas, que Dios nuestro Padre, os bendiga hoy todos los días de vuestra vida; os conceda la gracia de conocer y vivir lo que hoy acabamos de celebrar. Que os conceda ser testigos de la sabiduría de la cruz, constructores de toda reconciliación, creadores de esperanza y testigos de la Resurrección de Cristo.