Domingo II de Adviento ciclo B

Ambientación inicial:

            Seguimos preparando la venida del Señor en este segundo domingo de Adviento y lo hacemos con el grito del profeta” Preparad el camino al Señor”. Juan el bautista, figura grandiosa y enigmática, llama a un bautismo de agua en señal de penitencia porque detrás de él viene el que bautizará con Espíritu Santo y fuego. La figura del Bautista aparece como señal de la llegada del Reino de Dios. Bienvenidos.

Encendido de la segunda vela:

            Encendiendo esta segunda vela queremos expresar nuestro deseo de prepararte el camino en medio de nuestros desiertos, de allanar una calzada para que puedas llegar hasta nosotros. Deja que esta luz ilumine nuestra vida para que podamos otear tu promesa, esos cielos nuevos y esa tierra nueva, para hacerlos posibles a todos nuestros hermanos y hermanas.

Rito del perdón:

  • Tú, que vienes a consolar a tu pueblo. Señor, ten piedad.
  • Tú, que vienes a traernos la esperanza de otra tierra en plenitud. Cristo, ten piedad.
  • Tú, que vienes a reunir el rebaño disperso de tu pueblo. Señor, ten piedad.

Ambientación a la Palabra:

A un pueblo deprimido y desanimado, Isaías, trata de darle consuelo para que se levante y comience una nueva etapa. En ella Dios seguirá actuando, igual que siempre, para señalarnos el camino. Y siempre habrá con nosotros personas que asumirán, como tarea, el encargo y la vocación de hablar con esperanza, no con amenaza de castigo. El Bautismo nos ha introducido en la familia de quienes se saben salvados.

Lectura del libro de Isaías

«Consolad, consolad a mi pueblo
—dice vuestro Dios—;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados».
Una voz grita:
«En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos juntos
—ha hablado la boca del Señor—».
Súbete a un monte elevado,
heraldo de Sion;
alza fuerte la voz,
heraldo de Jerusalén;
álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá:
«Aquí está vuestro Dios.
Mirad, el Señor Dios llega con poder
y con su brazo manda.
Mirad, viene con él su salario
y su recompensa lo precede.
Como un pastor que apacienta el rebaño,
reúne con su brazo los corderos
y los lleva sobre el pecho;
cuida él mismo a las ovejas que crían».

Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está cerca de los que le temen,
y la gloria habitará en nuestra tierra.   R/.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,

y la justicia mira desde el cielo.   R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
y sus pasos señalarán el camino.   R/.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro.

No olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión.
Pero el Día del Señor llegará como un ladrón. Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto.
Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo, ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!
Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados.
Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.
Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino;
voz del que grita en el desierto:
“Preparad el camino del Señor,
enderezad sus senderos”».
Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

Oración de los fieles, respondemos: “VEN, SEÑOR JESÚS”

  • Por la Iglesia, para que, en medio de nuestro mundo superficial, sepa testimoniar la esperanza en un cielo y en una tierra nuevos, prometidos por Dios a su pueblo. Oremos.
  • Por el Papa y todos los pastores de la Iglesia, para que sean comunicadores de esperanza para todos los hombres, en especial para los más pobres y descartados. Oremos.
  • Por la paz en nuestro mundo, para que los cristianos en medio de tantas situaciones de enfrentamiento, seamos constructores de nuevas relaciones de concordia y de paz. Oremos.
  • Por los enfermos y las personas que viven solas, para que el anuncio de la venida del Señor les comunique esperanza y puedan compartir la alegría de la venida del Salvador. Oremos.
  • Por todos los que formamos esta comunidad cristiana, para que el Señor, cuando vuelva, nos encuentre, como dice San Pedro, “inmaculados e irreprochables. Oremos.

Oración después de la comunión:

Ven, Señor,
Que los niños vuelvan a jugar en las plazas.
Que los ancianos vuelvan a soñar en la soledad de sus noches.
Que los inmigrantes puedan cantar sus cantos de nostalgia.
Que los poetas sean centinelas a la espera del alba.
Que los filósofos sigan buscando en los límites de la sabiduría.
Que los artistas te encuentren en los rostros de la gente.
Que los pobres compartan contigo el último pan.
Que los ricos te acojan en su casa como a un rey.
Ven, Señor. Llena con tu ternura a todas las personas.