V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 2022

Ambientación inicial:

Cada uno de nosotros hemos sido llamados por el Señor; y desde esta experiencia nos sentimos invitados a vivir su misma vida y a testimoniar la esperanza que él nos ha regalado.
Un domingo más, nos reunimos a escuchar la Palabra, que nos invita a ensanchar nuestras fronteras, a ir más allá de los estrechos límites de nuestro yo. Demos espacio al señor que nos llega en la vida, en la palabra, en la eucaristía y en la comunidad que todos formamos.

Rito del perdón:
  • Señor, tú que nos llamas a seguirte. Señor, ten piedad.
  • Tú, que nos llamas a ser testigos de tu amor. Cristo, ten piedad.
  • Tú, que nos llamas a una esperanza sin fin. Señor, ten piedad.
Ambientación a las lecturas:

En la primera lectura, el profeta Isaías narra la llamada que Dios le hace y el miedo que le provoca, pero finalmente dirá: “aquí estoy, mándame”. Pablo, en la carta a los Corintios, recuerda a la comunidad la obra suprema del amor de Dios: el Misterio pascual de Cristo Jesús. En el evangelio, como en la lectura de Isaías, queda claro que la llamada proviene de Dios no de las propias fuerzas.

Lectura del libro de Isaías

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».
Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».
Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté:
«Aquí estoy, mándame».

Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré ante tu santuario.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor
porque la gloria del Señor es grande.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaba lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate  de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombrs»
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Oración de los fieles:
  • Por todos los que formamos la Iglesia, para que seamos las manos personales y organizadas que acogen a los pobres, traen esperanza y consuelo a la humanidad, sin pedir nada a cambio. Roguemos al Señor.
  • Por quienes manejan los destinos de los pueblos, para que pongan su punto de mira en los más desfavorecidos. Roguemos al Señor.
  • Por las personas que viven angustiadas por la mortalidad, la falta de vivienda adecuada, el hambre y los problemas de salud. Roguemos al Señor.
  • Para que se imponga el sentido común y la capacidad de diálogo en el problema de Ucrania y se mantenga una paz justa. Roguemos al Señor.
  • Por nosotros, para que, por nuestro bautismo y a pesar de nuestra debilidad, asumamos nuestra vocación de discípulos misioneros. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión:

Señor, no te pido brillo ni triunfo,
ni fama ni gloria ni poder.
Haz que acoja, en lo limitado de cada día,
tu brisa, tu gracia, tu palabra, tu voluntad
como un regalo espléndido para poder vivir.
Abre mis ojos, y hazme sensible a las necesidades
de los hermanos y hermanas que caminan junto a mí
cansados, agotados, tristes, enfermos, rotos.
No me dejes caer en la tentación de quedar bien,
de buscar la eficacia, de justificar mis actitudes,
de acumular méritos engañosos para Ti.
Guía mis pasos por tus sendas, aunque me resista.
Gáname la partida, no hagas caso a mis protestas. Dame lo que necesito, aunque no te lo pida.