Domingo XVII del Tiempo Ordinario ciclo C

Ambientación inicial:

En la vida ordinaria tenemos una serie de hábitos que repetimos regularmente, ¿oramos de forma habitual? La oración, como presencia sencilla y consciente ante Dios, ha de formar parte de la vida cristiana. Nuestra fe en Dios no es solo intelectual, sino sobre todo experiencial, que nace del encuentro agradecido con Él. La oración es el alimento de la fe. Dispongámonos a ese encuentro de amistad con Dios y con los hermanos.

Rito del perdón:

  • Porque Tú siempre nos buscas, pero nosotros, a veces, te ignoramos. Señor, ten piedad.
  • Tú nos hablas y nos llamas, pero no te escuchamos. Cristo, ten piedad.
  • Tú nos invitas, pero muchas veces no participamos. Señor, ten piedad.

Ambientación a la palabra:

En la primera lectura, Abrahán aparece como un gran negociador para que Dios no mande su castigo. La justicia de Dios se manifiesta no en el exterminio de los culpables sino en el amor y perdón de los inocentes. Dios en la cruz de Cristo nos perdona y nos da la vida. En el evangelio, Jesús nos invita a entrar en la experiencia de Dios como Padre y nos anima a que pidamos que llegue su Reino.

Lectura del libro del Génesis

EN aquellos días, el Señor dijo:
«El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré».
Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor.
Abrahán se acercó y le dijo:
«¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no per-donarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?».
El Señor contestó:
«Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos».
Abrahán respondió:
«¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?».
Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco».
Abrahán insistió:
«Quizá no se encuentren más que cuarenta».
Él dijo:
«En atención a los cuarenta, no lo haré».
Abrahán siguió hablando:
«Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?».
Él contestó:
«No lo haré, si encuentro allí treinta».
Insistió Abrahán:
«Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran allí veinte?».
Respondió el Señor:
«En atención a los veinte, no la destruiré».
Abrahán continuó:
«Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿Y si se encuentran diez?».
Contestó el Señor:
«En atención a los diez, no la destruiré».

R./ Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida;
extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses.

HERMANOS:
Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos.
Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él.
Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

UNA vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, per-dónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación»».
Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
«Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle»; y, desde dentro, aquel le responde:
«No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos»; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cúanto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?

Oración de los fieles:

  • Por todos los creyentes, para que vivamos la alegría de sabernos hijos de Dios y le demos gracias con corazón agradecido. Roguemos al Señor.
  • Para que el nombre de Dios esté por encima de todo nombre y nunca lo manipulemos. Roguemos al Señor.
  • Que venga a nosotros tu Reino familiar, y que crezca en nuestro interior como una semilla viva de paz transformadora e ilusionante. Roguemos al Señor.
  • Que se haga siempre la voluntad de Dios, aunque a veces no sepamos entenderla, fiados de su amor de Padre. Roguemos al Señor.
  • Danos tu pan, el pan compartido, trabajado y agradecido. Que nadie carezca de él. Que sea, sobre todo, el pan de tu Palabra y tu presencia, la que alimente nuestras vidas. Roguemos al Señor.
  • Que nos ayudes a vencer la tentación del falso reino del poder y el dinero, y que sepamos perdonar como Tú nos perdonas. Roguemos al Señor.

Oración después de la comunión:

Tú eres el Dios sobre el que todos opinamos,
el Dios que todos buscamos,
el Dios que todos abandonamos,
el Dios con el que todos luchamos.
Pero a la vez Tú eres el Dios que nos recreas,
que nos encuentras, aunque no te busquemos,
que permaneces fiel cuando te dejamos,
que nos vences y nos convences.
Tú eres el Dios del que todos hablamos,
el Dios al que todos usamos,
el Dios que todos desfiguramos,
el Dios al que todos intentamos comprar.
Pero, a la vez, Tú eres el Dios que nos habla con amor,
que nos respeta y cuida con pasión,
que nos da identidad y rostro,
que se muestras insobornable en su gratuidad.
Tú eres el Dios que cree en nosotros,
el Dios que espera en nosotros,
el Dios que ama en nosotros,
por encima de nuestros gestos, hechos y palabras.