IV Domingo de Adviento ciclo A
Ambientación inicial:
Bienvenidos a la celebración del cuarto domingo de Adviento. En él se nos invita a confiar al Señor aquellas situaciones de la vida que no comprendemos, que se nos atragantan, que nos producen miedo. En la Eucaristía dirijamos nuestra mirada al Señor, y poniendo todo en sus manos le decimos: tú sabes lo que necesitamos, lo que nos hace falta.
Saludo del sacerdote
Encendido de la cuarta vela:
Vamos a encender la última vela de nuestra corona, la vela blanca. El blanco es el color de la Encarnación, de la Resurrección, es el color de Cristo. Al encender esta vela le pedimos al Señor que sepamos descubrirlo encarnado en nuestra realidad, en nuestra historia, en aquellos donde él se hace presente de forma privilegiada, los más vulnerables.
Rito del perdón
- Señor, Tú que nos invitas a confiar en Ti y poner en tus manos nuestras dificultades y miedos. Señor, ten piedad.
- Tú que nos invitas a anunciar la Buena Noticia a todos los seres humanos. Cristo, ten piedad.
- Por nuestras falsas alegrías y egoísmos. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra
La Palabra de este cuarto domingo nos invita a escuchar lo que el Señor quiere revelarnos. Ante situaciones de temor o desconcierto, se nos invita a confiar en Aquel que todo lo puede, se nos insta a reconocer que sus caminos no son nuestros caminos, sus planes no son nuestros planes.
Lectura del libro de Isaías.
En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo:
«Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».
Respondió Ajaz:
«No lo pido, no quiero tentar al Señor».
Entonces dijo Isaías:
«Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel».
R/. Va a entrar el Señor;
él es el Rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
PABLO, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para el Evangelio de Dios, que fue prometido por sus profetas en las Escrituras Santas y se refiere a su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne, constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos: Jesucristo nuestro Señor.
Por él hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles, para gloria de su nombre. Entre ellos os encontráis también vosotros, llamados de Jesucristo.
A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados santos, gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, “Dios-con-nosotros”
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
La manera: A generación de Jesucristo fue de esta mar María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa «Dios-con-nosotros»». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Oración de los fieles, respondemos: ¡VEN, SEÑOR, NO TARDES!
- Para que, como José, la Iglesia sea fiel cumplidora de la voluntad de Dios y acompañe a todos los cristianos en su camino de fe. Oremos.
- Por los responsables de las naciones, para que renunciando a sus intereses personales o de grupo, busquen el bien común y desarrollen políticas que dignifiquen la vida de los ciudadanos. Oremos.
- Por quienes sufren situaciones de injusticia, abandono, repudio, y exclusión, para que estemos atentos y sepamos acogerles, defender sus derechos y acompañarles. Oremos.
- Pedimos por los que optan por el amor y el bien del otro, más allá de los que se considera justo y oportuno, para que afronten las consecuencias con generosidad y entrega. Oremos.
- Por todos los que nos reunimos aquí en comunidad de creyentes, para que nos mantengamos firmes en la fe, alegres en la esperanza y diligentes en el amor. Oremos.
Oración después de La comunión:
Bendito seas, Señor,
por tu presencia en tanta humanidad:
Las personas sencillas y buenas que viven
y caminan con nosotros haciéndote presente cada día
con rostro amigo, de padre y madre.
Bendito seas, Señor,
por tu presencia en tanta humanidad:
Las personas que contagian simpatía
y siembran esperanza y serenidad,
los que infunden ganas de vivir
y comparten hasta lo que necesitan.
Bendito seas, Señor,
por tu presencia en tanta humanidad:
Porque Tú mismo has venido a nuestro encuentro
abriéndonos a la esperanza de que es posible la vida
a pesar de todos los pesares y de tanta muerte injusta.
Bendito seas, Señor,
por tu presencia en tanta humanidad.