II Domingo de Cuaresma
Ambientación inicial:
Nos reunimos como comunidad en el segundo domingo de Cuaresma para acompañar a Jesús en su camino de pasión, muerte y resurrección, con la escucha de su Palabra y la contemplación de su rostro radiante. Dejemos que la luz de Jesús transforme nuestro corazón.
Que esta eucaristía sea un momento de encuentro con el Señor, que nos transfigura y nos da fuerza para seguir adelante.
Bienvenidos.
Rito del perdón:
- Tú que nos llamas a seguirte y a vivir tu evangelio. Señor, ten piedad.
- Tú que nos enseñas el camino de la cruz. Cristo, ten piedad.
- Tú que nos muestras tu rostro glorioso como fuente de consuelo y esperanza. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
Escucharemos hoy el evangelio de la Transfiguración. Jesús acaba de anunciar a los suyos que deberá padecer, ser rechazado, morir y resucitar. Y les ha recordado que quien quiera seguirle deberá también negarse a sí mismo y cargar con la cruz. Algo totalmente imposible para nosotros si no se nos ofrece como promesa futura la gloria de la resurrección. El relato de hoy es como la anticipación gozosa del destino último de Jesús y del nuestro. El destino final no es el fracaso, sino la gloria.
Lectura del libro del Génesis 15,5 – 12. 17 – 18
En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo:
«Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas».
Y añadió:
«Así será tu descendencia».
Abrán creyó al señor y se le contó como justicia.
Después le dijo:
«Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra».
Él replicó:
«Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?».
Respondió el Señor:
«Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».
El los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba.
Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos:
«A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egigto al gran río Éufrates».
R/. El Señor es mi luz y mi salvación. Sal 261. 7 – 8. 9. 13 – 14.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor. R/.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 17 – 4. 1
Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.
Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas.
Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
«Este es mi Hijo amado, escuchadlo».
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 28b – 36
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía:
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Oración de los fieles:
- Por el papa, los obispos, sacerdotes y diáconos, para que su vida y sus palabras, nos ayuden a descubrir la identidad oculta de Jesús y la paradoja cristiana de que una vida lograda es aquella que se hace vida entregada. Roguemos al Señor.
- Por todos los cristianos, para que vivamos la alegría de esta fiesta y ella nos empuje a bajar del monte en ayuda de nuestros hermanos necesitados. Roguemos al Señor.
- Por los que viven en la oscuridad de la tristeza, la desesperanza, el desarraigo y la pobreza, para que encuentren en nosotros una mano amiga y solidaria que les ayude a seguir adelante. Roguemos al Señor.
- Para que hagamos realidad la invitación del Papa, en su mensaje, para esta Cuaresma: “Caminar juntos en esperanza”. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que, escuchando con fe al Hijo amado del Padre, seamos signo de esperanza en medio del mundo. Roguemos al Señor.
Oración después de la comunión:
Señor y hermano nuestro Jesucristo:
Tú eres nuestra vida y nuestra Pascua.
En esta Cuaresma Tú nos llamas
a salir de casa, de nosotros mismos,
Entonces Tu luz iluminará
los pasos de nuestra obediencia.
Es la luz de Dios que ha brillado
en tu rostro y en tu vida entera.
A tu lado y al mirarte somos felices.
¡Qué bien se está aquí!
Con todo, el camino será todavía
largo y penoso, como una cruz,
y deberemos meditar tu misterio
calladamente, en silencio,
para acompañarte en tu Resurrección.