IV Domingo de Cuaresma
Ambientación inicial:
Bienvenidos a la celebración del cuarto domingo de Cuaresma; fiesta del perdón, de la misericordia y del amor. Caminar en Cuaresma es volver a encontrarnos con el abrazo amable de un Dios que es Padre, que acoge y nos devuelve la dignidad que habíamos perdido. No es nuestro esfuerzo el que va a convertir nuestro corazón, sólo si sentimos el abrazo de Dios, si nos dejamos mirar por sus ojos, podremos vivir en plenitud. Dios está deseando abrazarte, disfrútalo.
Rito del perdón:
- Tú, que eres un Dios compasivo. Señor, ten piedad.
- Tú, que eres un Dios misericordioso. Cristo, ten piedad.
- Tú, que eres un Dios de ternura entrañable. Señor, ten piedad.
Ambientación a la Palabra:
Dios se hace presente en nuestra vida en el día a día; un Dios que hay que reconocerlo reconciliando, amando, siendo Padre; un Dios que expresa en su Palabra el fundamento íntimo de su ser. Le escuchamos.
Lectura del libro de Josué
En aquellos días, dijo el señor a Josué: hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto. Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día 14 del mes, en la estepa de Jericó.
Al día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ázimos y espigas tostadas. y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
Segunda carta de san Pablo a los Corintios
Hermanos:
Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.
Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino a dónde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; Ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».
Oración de los fieles, respondemos: “Padre, sabemos que nos escuchas”.
- Eres Padre de todos, te pedimos por la Iglesia, para que sea espacio de acogida para los que están agotados y doloridos. Oremos.
- Padre, tú nos muestras caminos, que siempre estemos atentos a los signos de los tiempos y a las llamadas que nos haces en las personas y en los acontecimientos. Oremos.
- Padre, tú siempre tienes paciencia, que hagamos lo posible para templar nuestros ánimos y tengamos palabras y obras de vida. Oremos.
- Eres Padre y no juez, te pedimos que aquellos que han vivido situaciones de alejamiento por el pecado no tengan miedo a acercarse a tu misericordia. Oremos.
- Por todos los que estamos viviendo situaciones, ajenas a nosotros, de guerra, catástrofes, epidemias, migraciones … como si fueran noticias que nos resbalan en el corazón, que recordemos a Dios, el Padre bueno de la parábola de hoy y actuemos en consecuencia, Oremos.
Oración después de la comunión:
Vive feliz.
Te lo suplico.
Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte la paz.
Ni la fatiga física, ni tus fallos morales.
Haz que brote la paz, y conserva siempre en tu rostro
una sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y, sobre todo, coloca en el fondo de tu alma,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda:
Cuanto te reprime e inquieta es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste,
adora y confía
Teilhard de Chardin